ESPECIAL: FIELES DIFUNTOS


Con motivo del 2 de noviembre, donde recordamos a nuestros difuntos, compartimos este especial que ofrece una recopilación de nuestras publicaciones sobre lo que nos enseña la Iglesia con respecto a lo que nos espera más allá de la muerte (Escatología) y temas relacionados. Incluimos el curso de Escatología del P. Ignacio Garro, jesuita y enlaces a los videos del curso El sentido de morir del P. Gerardo Aste, jesuita (YouTube)
Acceda a través de los siguientes enlaces:



















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Jesús reprocha a los fariseos

El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 5 de noviembre: "Jesús reprocha a los fariseos; y el fariseismo  es también cosa del presente." Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.

San Martín de Porras

Compartimos una biografía del Santo limeño San Martín de Porras, o Porres como se le conoce, fue el primer Santo negro de América y es el Patrón Universal de la Paz. Se le conoce también como "el Santo de la Escoba" por ser representado con una escoba en la mano como símbolo de su humildad y llamado por Juan XXIII como Martín de la caridad, por el gran amor que ponía en cada una de las cosas que hacía. Acceda AQUÍ.

Catequesis del Papa Francisco

Compartimos las dos últimas catequesis del Papa Francisco sobre la Esperanza Cristiana, acceda en los siguientes enlaces:

Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, Audiencia 18/10/2017
Paraíso, el objetivo de nuestra esperanza, Audiencia 25/10/2017

El mandamiento más importante

El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del domingo 29 de octubre: "Es muy fácil responder de palabra a la pregunta que hace Jesús; lo que no es tan fácil el responderla con nuestra vida." Escuche el audio o descárguelo en MP3. Acceda AQUÍ.

Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de NOVIEMBRE 2017

Compartimos la intención del Papa Francisco para este mes de Noviembre y las oraciones que nos permitan unirnos a él en oración a través de la Red Mundial. Acompañamos con la reflexión del P. Javier Rojas, S.J. sobre la intención de este mes. Acceda AQUÍ.

Oraciones diarias Click To Pray en PDF, AUDIOS y Videos - NOVIEMBRE 2017

Oremos en Noviembre junto al Papa Francisco a través de la Red Mundial de Oración. Podemos descargar las oraciones del mes en PDF, o acceder día a día por AUDIO y VÍDEO. Acceda AQUÍ.

Oraciones diarias para unirnos a la Red Mundial del Papa en el mes de NOVIEMBRE 2017 - ClickToPray, 1 al 15

Compartimos las oraciones diarias de ClickToPray - Red Mundial de Oración del Papa, para continuar unidos en oración a lo largo del día durante Noviembre. Agradecemos al P. José Enrique Rodríguez S.J. Secretario Nacional del Apostolado de la Oración - Perú, por compartir este material. Acceda AQUÍ.

Jesús reprocha a los fariseos



P. Adolfo Franco, S.J.

DOMINGO XXXI 
del Tiempo Ordinario

Mateo 23, 1-12

Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos; les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan, pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres: ensanchan las filacterias y alargan las orlas del manto; les gusta ocupar el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame ‘Rabbí’.
«Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar ‘Rabbí’, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie ‘Padre’ vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar ‘Instructores’, porque uno solo es vuestro Instructor: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.

Jesús reprocha a los fariseos; y el fariseismo  es también cosa del presente

Este capítulo 23 del Evangelio de San Mateo es el reproche más fuerte que Jesús hace en el Evangelio a los fariseos. La lectura de hoy recoge sólo una parte de toda esta enseñanza. Pues es lo que pretende el Señor, enseñar.

Y les reprocha a los fariseos las siguientes actitudes: Ellos dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas pesadas para los demás, y ellos se sienten dispensados de tomarlas sobre sí. Todo lo que hacen aparentemente bien, lo hacen para que la gente los vea. Les gustan los sitios de honor, las reverencias, los títulos, las distinciones.

Aparte de que es una descripción de muchas conductas actuales, es bueno entrar en este tipo de mentalidades y comportamientos, para ver qué hay en el fondo.

Además de un infantilismo notable, y por tanto falta de madurez, hay un egoísmo y una vanidad muy grandes, que colinda con el delirio. Ahí no hay amor. ¿Es posible que una persona con estos comportamientos sea un adorador de Dios? ¿Le puede adorar en espíritu y en verdad? ¿Hay verdadero amor en un corazón lleno de esas quimeras de importancia y de vanidad?

Y yendo a lo primero: no hacen lo que dicen. O sea tienen dos medidas: una que se aplican a sí y otra que aplican a los demás. Mucha exigencia al juzgar a los demás, y a sí mismos se juzgan con suavidad. La comprensión la aplican a sí mismos, no a los demás. Y la tremenda inconsecuencia entre lo que predican y lo que viven, indica una falsedad tremenda de vida. Un ser así no es auténtico. Y además es duro con los demás. Un corazón entregado a Dios no puede ser falso, no puede ser duro e injusto. Y eso es lo que vamos a descubrir en el subsuelo de los fariseos, que les falta lo esencial del culto a Dios, que es el amor y la misericordia. Ese es el problema fundamental del fariseo, que vive una religión, en la que la entrega humilde a Dios, el amor incondicional y sin límites, no tienen cabida.

Cuando las “formas religiosas” ocupan el lugar de la donación total, se está transformando la religión en fariseísmo. Y hay una sustitución sutil, casi imperceptible: se quita la imagen de Dios y se la sustituye por la propia imagen. El fariseo es un ser que fundamentalmente se adora a sí mismo. Y por eso se convierte en legislador exigente: ellos desde el trono donde se han colocado, ponen exigencias fuertes sobre los demás, pero ellos se consideran exentos, están por encima de toda obligación. Miran a los demás desde la altura.

Y por eso mismo, porque han sustituido a Dios por la propia imagen, necesitan revestirse de importancia. Exhiben sus obras, para que vean los demás cómo son. Y qué pobres son las obras que van revestidas de semejante vanidad, son como esos frutos que cuando se abren se nota que eran sólo cáscara. Orar, para que me vean ¿se puede llamar a eso oración? Hacer un servicio y después contarlo, para que se sepa lo bueno que soy ¿eso es servir? La religión de estos tales va desapareciendo detrás de la vanidad y del humo.

Y por eso se consideran los llamados a los primeros puestos y a los títulos: ningún homenaje es suficiente para aquel que se considera a sí mismo el centro del universo. Necesitan acaparar alabanzas e incienso: el fariseo tiene una vocación frustrada de “dios”, con minúscula, tan minúscula como el espíritu de los fariseos.

Es un peligro en la vivencia de nuestro cristianismo. Cuando desaparece el amor y vamos dejando sólo unas prácticas más o menos frecuentes, cuando no somos adoradores de Dios en espíritu y en verdad, como le enseña Jesús a la samaritana, cuando esto sucede volvemos a reeditar el fariseísmo.




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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Paraíso, el objetivo de nuestra esperanza



PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 25 de octubre de 2017



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Esta es la última catequesis sobre el tema de la esperanza cristiana, que nos ha acompañado desde el inicio de este año litúrgico. Y concluiré hablando del paraíso, como meta de nuestra esperanza.
«Paraíso» es una de las últimas palabras pronunciadas por Jesús en la cruz, al dirigirse al buen ladrón. Parémonos un momento en esta escena. En la cruz, Jesús no está solo. Junto a Él, a la derecha y a la izquierda hay dos malhechores. Tal vez, al pasar frente a aquellas tres cruces alzadas en el Gólgota, alguien lanzó un suspiro de alivio, pensando que finalmente se hacía justicia dando muerte a gente así.

Junto a Jesús está también un reo confeso: uno que reconoce merecer ese terrible suplicio. Lo llamamos el «buen ladrón», el que, oponiéndose al otro, dice: nos lo hemos merecido con nuestros hechos (cf Lucas 23, 41).

En el Calvario, aquel viernes trágico y santo, Jesús alcanza el extremo de su encarnación, de su solidaridad con nosotros pecadores. Allí se lleva a cabo lo que el profeta Isaías había dicho del Siervo sufriente: «ha sido contado entre los malhechores» (53, 12; cf.Lucas 22, 37).

Es allí, en el Calvario, donde Jesús tiene la última cita con un pecador, para abrirle también las puertas de su reino. Esto es interesante: es la única vez que la palabra «paraíso» aparece en los evangelios. Jesús se lo promete a un «pobre diablo» que sobre la madera de la cruz tuvo el coraje de dirigirle la más humilde de las peticiones: «acuérdate de mí cuando vengas con tu reino» (Lucas 23, 42). No tenía buenas obras que hacer valer, no tenía nada, pero se confía a Jesús, a quien reconoce como inocente, bueno, tan diverso de él (v. 41). Aquella palabra de humilde arrepentimiento fue suficiente para tocar el corazón de Jesús.

El buen ladrón nos recuerda nuestra verdadera condición frente a Dios: que nosotros somos sus hijos, que Él siente compasión por nosotros, que Él se derrumba cada vez que le manifestamos la nostalgia de su amor. En las habitaciones de tantos hospitales o en las celdas de las prisiones este milagro se repite innumerables veces: no existe una persona, por mal que haya vivido, a la cual le quede sólo la desesperación y le sea prohibida la gracia.

Ante Dios nos presentamos todos con las manos vacías, un poco como el publicano de la parábola que se había detenido a orar al final del templo (cf. Lucas 18, 13). Y cada vez que un un hombre, al hacer el último examen de conciencia de su vida, descubre que las faltas son muchas más que las obras de bien, no debe desanimarse, sino confiarse a la misericordia de Dios.

Y esto nos da esperanza, ¡esto nos abre el corazón! Dios es Padre, y hasta el último momento espera nuestro regreso. Y al hijo pródigo que ha regresado, que comienza a confesar sus culpas, el padre le cierra la boca con un abrazo (cf. Lucas 15, 20). ¡Este es Dios: así nos ama!

El paraíso no es un lugar como en las fábulas, ni mucho menos un jardín encantado. El paraíso es el abrazo con Dios, Amor infinito, y entramos gracias a Jesús, que murió en la cruz por nosotros. Donde esta Jesús, hay misericordia y felicidad; sin Él existe el frío y las tinieblas. A la hora de la muerte, el cristiano repite a Jesús: «Acuérdate de mí». Y aunque no existiese nadie que se acuerde de nosotros, Jesús está ahí, junto a nosotros. Quiere llevarnos al lugar más hermoso que existe. Quiere llevarnos allá con lo poco o mucho de bien que existe en nuestra vida, para que no se pierda nada de lo que ya Él había redimido. Y a la casa del Padre llevará también todo lo que en nosotros tiene todavía necesidad de redención: las faltas y las equivocaciones de una entera vida. Es esta la meta de nuestra existencia: que todo se cumpla, y sea transformado en amor.

Si creemos esto, la muerte deja de darnos miedo y podemos también esperar partir de este mundo de forma serena, con tanta confianza. Quien ha conocido a Jesús ya no teme nada. Y podremos repetir también nosotros las palabras del viejo Simeón, también él bendecido por el encuentro con Cristo, después de una vida entera consumada en la espera: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación» (Lucas 2, 29-30).

Y en aquel instante, finalmente, ya no tendremos necesidad de nada, ya no veremos de forma confusa. Ya no lloraremos inútilmente, porque todo ha pasado; también las profecías, también el conocimiento.


Pero el amor no, eso permanece. Porque «la caridad no acaba nunca (cf. 1 Corintios 13, 8).


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Tomado de:
www.vatican.va

El mandamiento más importante



P. Adolfo Franco, S.J.

Domingo XXX del Tiempo Ordinario

Mateo 22, 34-40

Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo. Entonces uno de ellos le preguntó, con ánimo de ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.»
Palabra de Dios

Es muy fácil responder de palabra a la pregunta que hace Jesús; lo que no es tan fácil el responderla con nuestra vida.

Los diversos grupos de prestigio y de poder en la sociedad judía, se han hecho enemigos de Jesús; les incomoda que un pobre hombre de la plebe tenga tanto ascendiente sobre el pueblo; les incomoda que las multitudes se asombren de su sabiduría y de sus palabras. Les incomoda que ponga al descubierto su falta de sinceridad y su vanidad; les fastidia que les hable de forma tan directa, porque no les gusta la verdad.

Por eso varias veces le buscaron para hacerle preguntas capciosas para desautorizarlo. Y en esta ocasión le van a hacer una pregunta especialmente difícil: de todos los mandamientos (innumerables) del buen judío ¿cuál es el más importante? Y Jesús, en respuesta, les recuerda lo que ya sabían: El primer mandamiento es “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y el segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo, como a ti mismo”. De hecho los fariseos ya lo sabían, la pregunta era ociosa; pero querían ver hasta qué punto ese Maestro había penetrado la esencia de lo que Dios mandó a su pueblo.

Así que éste es el principal mandamiento. Y a nosotros también Jesús, con este motivo nos recuerda lo principal del ser cristiano: Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo.

En esto consiste la esencia de la Religión, la esencia del ser cristiano. Pero examinando lo que este mandamiento dice, nos podemos preguntar: ¿es verdad que se puede amar a Dios? O cuando se habla de amor a Dios ¿no nos estaremos refiriendo a una relación imprecisa, indefinida, que sólo llamamos amor por costumbre, dando en este caso un significado diferente a esta palabra “amor”?

Cuando hablamos del amor humano, entre seres humanos, sabemos a qué nos referimos. Y todos entendemos que este amor es algo real, preciso. Cuando se habla del amor que una madre o un padre sienten por su hijo, sabemos de qué hablamos. Hablamos del amor entre amigos, como una realidad que enriquece la vida de las personas. Hablamos del amor entre hombre y mujer, como una exultación, algo verdadero, palpable y específico. ¿Se parece a esto lo que debemos tener para con Dios? ¿El corazón, y su lenguaje de afectos, de sueños y de atracción, se emociona por Dios?

En la Biblia Dios mismo nos responde a esa pregunta, sobre si el amor a Dios es de verdad amor. El nos habla de su ternura para con nosotros, de cómo nos cuida. Se compara a una madre que no puede olvidar el fruto de sus entrañas. Es un Padre que todas las tardes sale para ver si llega el hijo que se fue. Es un esposo que busca a su amada en los campos, entre las flores. Es un amigo fiel, que defiende a sus amigos. Y en la plenitud de los tiempos, es Alguien que tanto desborda de amor por nosotros, que nos da lo mejor que tiene: su Hijo, el único que tiene.

Esto por lo que hace al amor de Dios a nosotros, pero ¿y el amor de nosotros con El? El amor de una persona a Dios se puede convertir en manantial de gozo ¿es verdad? ¿Se le pueda amar tanto que este afecto nos llene hasta incluso los latidos: de modo que digamos que ese amor nos hace volar por encima de todas las cosas? Es absolutamente verdad. Se puede tener una plenitud incomparable, experimentando que el corazón se nos escapa hacia Dios, y que El es el descanso donde me siento tranquilo y sosegado. Y esto no es una idea que se piensa, sino algo que se experimenta, y que hace florecer la vida. Y esta verdadera experiencia no es una creación subjetiva de la imaginación, sino lo más real de lo real.

Se puede experimentar la certeza de su presencia. Hay formas de saber muy diferentes; diversas formas de certeza: los objetos y los métodos del conocimiento varían mucho; y también varían mucho los efectos que estos distintos saberes producen en nosotros. Pero el saber que más alegría nos da es el conocimiento cierto de que Aquel a quien amamos está junto a nosotros (el amor busca la presencia). A veces se llega a esta gran alegría por una certeza descubierta de repente: Dios me envuelve, como una atmósfera en la que vivo abrigado y protegido; Dios es presente porque me invade, y se expande dentro de mí, como la sangre que me recorre de pies a cabeza.

Amar a Dios es posible para todo ser humano, y especialmente para un cristiano. Y no solo es una posibilidad, sino que es la meta a la que deberíamos tender todos los que tenemos el don incomparable de la fe en Dios. Y cuando este amor es concedido por Dios, El hace que rebalse hacia fuera, que en el prójimo le manifestemos la verdad de nuestro amor.




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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.
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Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor



PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 18 de octubre de 2017



Queridísimos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quisiera comparar la esperanza cristiana con la realidad de la muerte, una realidad que nuestra civilización moderna tiende cada vez más a cancelar. Así, cuando la muerte llega, para quien está cerca o para nosotros mismos, nos encontramos no preparados, sin un «alfabeto» apto para esbozar palabras de sentido entorno a su misterio, que aun así permanece. Y también los primeros signos de civilización humana son transitados precisamente a través de este enigma. Podremos decir que el hombre ha nacido con el culto de los muertos.

Otras civilizaciones, antes de la nuestra, han tenido la valentía de mirarla a la cara. Era un suceso contado por los ancianos a las nuevas generaciones, como una realidad ineludible que obligaba al hombre a vivir para algo absoluto. Recita el salmo 90: «Enséñanos a contar nuestros días para que entre la sabiduría en nuestro corazón» (v. 12). ¡Contar los propios días hace que el corazón se convierta en sabio! Palabras que nos llevan a un sano realismo, rompiendo el delirio de omnipotencia. ¿Qué somos nosotros? Somos «casi un nada», dice otro salmo (cf. 88, 48); nuestros días pasan rápido: aunque si viviéramos cien años, al final nos parecería todo un suspiro. Muchas veces he escuchado ancianos decir: «La vida me ha pasado como un suspiro...».

Así la muerte desnuda nuestra vida. Nos hace descubrir que nuestros actos de orgullo, de ira y de odio eran vanidad: pura vanidad. Nos damos cuenta con pesar de que no hemos amado suficiente y de que no hemos buscado lo que era esencial. Y, al contrario, vemos lo bueno que realmente hemos sembrado: los afectos por los cuales nos hemos sacrificado, y que ahora nos tienen de la mano.
Jesús ha iluminado el misterio de nuestra muerte. Con su comportamiento, nos autoriza a sentirnos dolidos cuando una persona querida se va. Él se turbó «profundamente» delante de la tumba del amigo Lázaro, y «se echó a llorar» (Juan 11, 35). En esta actitud suya, sentimos a Jesús muy cerca, nuestro hermano. Él lloró por su amigo Lázaro.

Y entonces Jesús reza al Padre, fuente de la vida, y ordena a Lázaro salir del sepulcro. Y así sucede. La esperanza cristiana se basa en esta actitud que Jesús asume contra la muerte humana: está presente en la creación, pero es sin embargo, una cicatriz que desfigura el diseño de amor de Dios, y el Salvador quiere sanarnos.

En otro momento, los Evangelios cuentan de un padre que tiene la hija muy enferma, y se dirige con fe a Jesús para que la salve (cf. Marcos 5, 21-24, 35-43). Y no hay una figura más conmovedora que la de un padre o una madre con un hijo enfermo. Y en seguida Jesús se encamina con ese hombre, que se llama Jairo. A un cierto punto llega alguien de la casa de Jairo y le dice que la niña está muerta, y ya no es necesario molestar al Maestro. Pero Jesús dice a Jairo: «No temas, solo ten fe» (Marcos 5, 36). Jesús sabe que ese hombre tiene la tentación de reaccionar con rabia y desesperación, porque la niña ha muerto, y él aconseja cuidar la pequeña llama que está encendida en su corazón: la fe. «No temas, solo ten fe». «¡No tengas miedo, continúa solo teniendo encendida esa llama!». Y después, al llegar a casa, despertará a la niña de la muerte y la devolverá viva a sus seres queridos.

Jesús nos pone en esta «cresta» de la fe. A Marta que llora por la desaparición del hermano Lázaro opone la luz de un dogma: «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» (Juan11, 25-26). Es lo que Jesús repite a cada uno de nosotros, cada vez que la muerte viene a romper el tejido de la vida y de los afectos. Toda nuestra existencia se juega aquí, entre el lado de la fe y el precipicio del miedo. Dice Jesús: «Yo no soy la muerte, yo soy la resurrección y la vida, ¿tú crees esto? ¿tú crees esto?». Nosotros, que estamos aquí hoy en la plaza, ¿creemos esto?

Somos todos pequeños e indefensos delante del misterio de la muerte. Pero, ¡qué gracia si en ese momento custodiamos en el corazón la llama de la fe! Jesús nos tomará de la mano, como tomó a la hija de Jairo, y repetirá una vez más: «Talitá kum», «muchacha, levántate» (Marcos 5, 41). Lo dirá a nosotros, a cada uno de nosotros: «¡Levántate, resucita!». Yo os invito, ahora, a cerrar los ojos y a pensar en ese momento: de nuestra muerte. Cada uno de nosotros que piense en la propia muerte, y se imagine ese momento que tendrá lugar, cuando Jesús nos tomará de la mano y nos dirá: «Ven, ven conmigo, levántate». Allí terminará la esperanza y será la realidad, la realidad de la vida. Pensad bien: Jesús mismo vendrá donde cada uno de nosotros y nos tomará de la mano, con su ternura, su mansedumbre, su amor. Y cada uno repita en su corazón la palabra de Jesús: «¡Levántate, ven. Levántate, ven. Levántate, resucita!».

Esta es nuestra esperanza delante de la muerte. Para quien cree, es una puerta que se abre de par en par; para quien duda es un rayo de luz que se filtra por una puerta que no se ha cerrado del todo.


Pero para todos nosotros será una gracia, cuando esta luz, del encuentro con Jesús, nos iluminará.


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Tomado de
www.vatican.va

Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de NOVIEMBRE 2017




APOSTOLADO DE LA ORACIÓN

INTENCIONES PARA EL MES DE NOVIEMBRE



OFRECIMIENTO DIARIO

Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada: 
mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos en unión con el Corazón de tu Hijo Jesucristo que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía para la salvación del mundo.
El Espíritu Santo, que condujo a Jesús, me guíe y sea mi fuerza en este día para que pueda ser testigo de tu amor.
Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, pido especialmente por la intención del Papa para este mes:


Universal: Por la evangelización: 

«Por los cristianos de Asia, para que, dando testimonio del Evangelio con sus palabras y obras, favorezcan el diálogo, la paz y la comprensión mutua, especialmente con aquellos que pertenecen a otras religiones.»




ORACIÓN

Dios nuestro Padre, 
que nos enseña a vivir la fe en la coherencia entre nuestras palabras y nuestras obras entre lo que profesamos y lo que vivimos. 
Ayúdanos a vivir radicalmente el espíritu del Padre Nuestro, en que nos damos cuenta que todos somos hermanos y , por ello, invitados al compartir y al diálogo.
En este mes en particular, te pedimos por los cristianos en Asia, que en muchos países son una minoría, para que sean siempre creadores de puentes entre las diversas tradiciones religiosas en las sociedades en que viven,  testimoniando la caridad del Evangelio a través de su vida.





(Click to Pray)


DESAFÍOS PARA EL MES

  • Rezar por los cristianos en Asia, en particular en los países en que son minorías, para que siempre se les reconozca la libertad religiosa y la paz.
  • Buscar conocer mejor la realidad del cristianismo en Asia, su diversidad y riqueza, en particular el entusiasmo evangélico de estas Iglesias más jóvenes.
  • En el propio ambiente, buscar conocer a personas de tradiciones religiosas diferentes, conocer sus hábitos, acciones y establecer buenas relaciones, que lleven a alguna cooperación para bien de la sociedad.
Fuente: Click To Pray



VÍDEO DEL PAPA
INTENCIONES DEL MES





RECURSOS EN LA RED

A. Cada Primer Viernes en Youtube, se pude buscar "El Video del Papa".

B. "Click To Pray" es una aplicación para teléfonos inteligentes (iOS y Android) en donde puedes unirte cada día a la red Mundial de Oración del Papa. Descarga ClickToPray[App Store] [Google Play]

C. Para comunicarnos:
apostolado.oración.peru@gmail.com




TESTIMONIAR EL EVANGELIO EN ASIA




Hay comunidades cristianas divididas por falta de entendimiento, diálogo y comprensión. Esto lleva a enfrentamientos que curiosamente dicen ser en «nombre de Jesús» y su misión.

¡Cuánto dolor y decepción genera la mirada de quienes están siempre inclinados a subrayar, con cierta complacencia, lo que divide y separa, en lugar de destacar y resaltar, lo que nos une y construye!

Necesitamos, cuanto antes, crear y generar espacios en los que se respire un aire amable, abierto a la escucha, y respetuoso de la opinión de los demás. Es urgente aprender a expresarnos con respeto ante el parecer de los otros, sobre todo cuando no coinciden con la nuestra. 

Nuestra manera de hablar y de expresarnos debe buscar acercar, a la casa de Dios, a los que están distanciados. 

Como ya afirmó en varias ocasiones el Papa Francisco, «El diálogo presupone, nos exige, buscar la cultura del encuentro. Un encuentro que sabe reconocer que la diversidad no solo es buena: es necesaria.»

Nuestro diálogo sereno, que brota del sincero amor y respeto hacia la opinión de los demás, es la mejor ofrenda que podemos dar al tiempo que vivimos.

El respeto hacia los demás, hacia sus propias maneras de pensar, es un signo de reconocimiento de la dignidad de la persona. Dialogar, teniendo como base el amor y el respeto, es algo muy distinto a juzgar y condenar.

Estar abiertos a la escucha no significa necesariamente estar de acuerdo con todo, pero sí hacerlo con una «delicada tolerancia».



Necesitamos ser respetuosos si queremos entendernos con los demás. Muchas personas se han alejado de la fe porque no han encontrado oídos atentos y delicados para escuchar. Este es el gran reto que tenemos en nuestras comunidades cristianas, ayudar a las personas a encontrarse con el amor de Dios, y la salvación que ofrece; para ello Jesús cuenta con nuestra acogida que ayude al encuentro personal con Él. Hay gente que ha abandonado la comunidad, convencida de no creer en Dios, a causa del anti-testimonio que la falta de diálogo y comprensión acarrea.

Fundados en el amor de Dios, y el respeto hacia los demás, seamos, como afirma el Papa Francisco, «agentes de diálogo y de paz».

P. Javier Rojas, S.J.



Fuente: Revista Click To Pray - Red Mundial de Oración del Papa N°15 - Noviembre 2017



Descargue el Afiche Orando con el Papa Francisco en el mes de NOVIEMBRE 2017

Si desea contribuir con la difusión de las Intenciones del Papa Francisco para los desafíos de la humanidad, puede descargar el siguiente archivo:


Afiche en PDF
Orando con el Papa Francisco en el mes de Noviembre - 2017




Oraciones diarias Click To Pray en PDF y Videos - NOVIEMBRE 2017




Ofrecimiento diario

Orando con el Papa Francisco en el mes de NOVIEMBRE 2017


Para orar con el Papa Francisco durante el día
Click To Pray


AUDIOS






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