ESPECIAL DE SEMANA SANTA



"Tomando consigo a los Doce, les dijo: «Mirad que subimos a Jerusalén, y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron para el Hijo del hombre; pues será entregado a los gentiles y será objeto de burlas, insultado y escupido; y después de azotarle le matarán y al tercer día resucitará»."
Lucas 18, 31-33


Pregón de Ramos

Y ahora, que callen los ruidos y las palabras vacías. Que calle la cháchara sin sentido y las voces estridentes. Haced silencio y disponeos a contemplar el misterio. Que no os distraiga el ruido de los ramos y la alegría de los Hossannah. El peligro es real. El mal no descansa.

Jerusalén volverá a ser escenario de amistad y traición, de pasión y muerte, de desesperación y de nueva esperanza. Pero hemos de recorrer el camino. Tras sus huellas. Tras los pasos del que siendo el mayor se hizo el más pequeño. Doblad la rodilla, con la toalla en las manos, para reconocer la verdadera grandeza. Dejad que en vuestro corazón resuene el Nombre-Sobre-Todo Nombre.

En este domingo de Ramos, puerta a la Semana Santa, disponeos, hermanos, a contemplar al amor desnudo. Es la hora. 



Preparémonos para vivir intensamente los días de Semana Santa meditando la Pasión de Cristo.
Ofrecemos nuestras publicaciones dedicadas a la Semana Santa:

SEMANA SANTA













DOMINGO DE RAMOS









JUEVES SANTO








VIERNES SANTO
















VIGILIA PASCUAL



PROGRAMA DE SEMANA SANTA 2017

PARROQUIA SAN PEDRO - LIMA



Jesús cura a un ciego de nacimiento

El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión sobre el Evangelio del Domingo IV de Cuaresma: "Jesús cura a un ciego de nacimiento." También pueden escuchar el audio o descargarlo. Acceda AQUÍ.

¿Qué es el Año Litúrgico? 17° Parte - La Semana Santa: Domingo de Resurrección

Finalizamos el estudio del P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J. sobre la liturgia de la Semana Santa con el Domingo de Resurrección. Acceda AQUÍ.

Libros Históricos del Antiguo Testamento: 1° Libro de Samuel

El P. Fernando Martínez, S.J. continúa compartiendo su estudio sobre los libros históricos, en esta oportunidad sobre el 1° Libro de Samuel, que trata en especial sobre el rey Saúl y el ungido David. Acceda AQUÍ.

La Misa: 14° Parte - El Pueblo y las ideologías secularizadas que influyen en la Misa

Continuando con la serie del P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J., presentamos este tema sobre los peligros que sufrió la Misa ante ideologías que la secularizaban a finales del siglo XX. Acceda AQUÍ.

Una esperanza fundada en la Palabra

El Papa Francisco nos comparte su catequesis basada un pasaje de la Carta de San Pablo a los Romanos, el apóstol nos enseña que hay dos actitudes muy importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: «la perseverancia» y la «consolación». Acceda AQUÍ.

Oraciones diarias Click To Pray en PDF, Videos y Audios - MARZO 2017

Oremos en Marzo junto al Papa Francisco a través de la Red Mundial de Oración. Podemos descargar las oraciones del mes en PDF, o acceder día a día por VÍDEO o AUDIO. Acceda AQUÍ.

Oraciones diarias para unirnos a la Red Mundial del Papa en el mes de MARZO 2017 - ClickToPray, 17 al 31

Compartimos las oraciones diarias de ClickToPray - Red Mundial de Oración del Papa, para continuar unidos en oración a lo largo del día durante Marzo. Agradecemos al P. José Enrique Rodríguez S.J. Secretario Nacional del Apostolado de la Oración - Perú, por compartir este material. Acceda AQUÍ.

Una esperanza fundada en la Palabra



PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 22 de marzo de 2017




Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agradoQue cada uno trate de agradar a su prójimo para el bien y la edificación común. Porque tampoco Cristo buscó su propia complacencia, como dice la Escritura: "Cayeron sobre mí los ultrajes de los que te agravian". Ahora bien, todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de que por la perseverancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la perseverancia y del consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
cf. Rom 15: 1-6

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Desde hace algunas semanas el apóstol Pablo nos está ayudando a comprender mejor en qué consiste la esperanza cristiana. Y hemos dicho que no era un optimismo, era otra cosa. Y el apóstol nos ayuda a entender esto. Hoy lo hace acercándola a dos actitudes muy importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: «la perseverancia» y la «consolación» (vv. 4. 5). En el pasaje de la Carta a los Romanos que acabamos de escuchar son citadas dos veces: la primera en referencia a las Escrituras y luego a Dios mismo. ¿Cuál es su significado más profundo, más verdadero? y ¿De qué manera esclarecen la realidad de la esperanza? Estas dos actitudes: la perseverancia y la consolación.

La perseverancia podríamos definirla también como paciencia: es la capacidad de soportar, llevar sobre los hombros, “so-portar”, de permanecer fieles, incluso cuando el peso parece hacerse demasiado grande, insostenible, y tendremos la tentación de juzgar negativamente y de abandonar todo y todos. La consolación, en cambio, es la gracia de saber percibir y mostrar en cada situación, incluso en las que están mayormente marcadas por la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios. Ahora san Pablo nos recuerda que la perseverancia y la consolación nos son transmitidas de manera particular por las Escrituras (v. 4), es decir por la Biblia. Efectivamente la Palabra de Dios, en primer lugar, nos lleva a dirigir la mirada a Jesús, a conocerlo mejor y a atenernos a Él, a parecernos cada vez más a Él. En segundo lugar, la Palabra nos revela que el Señor es verdaderamente «el Dios de la perseverancia y de la consolación» (v. 5), que permanece siempre fiel a su amor por nosotros, es decir, que es perseverante en el amor con nosotros, ¡no se cansa de amarnos! es perseverante: ¡siempre nos ama! y cuida de nosotros, cubriendo nuestras heridas con la certeza de su bondad y de su misericordia, es decir, nos consuela. Ni siquiera se cansa de consolarnos.

Desde tal perspectiva, se comprende también la afirmación inicial del apóstol: «Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado» (v. 1). Esta expresión «nosotros que somos los fuertes» podría parecer presuntuosa, pero en la lógica del Evangelio sabemos que no es así, es más, es precisamente lo contrario porque nuestra fuerza no viene de nosotros, sino del Señor. Quien experimenta en su propia vida el amor fiel de Dios y su consolación es capaz, es más, tiene el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y hacerse cargo de su fragilidad. Si nosotros estamos cerca del Señor tendremos esa fortaleza para estar cerca de los más débiles, de los más necesitados y consolarles y darles fuerza. Esto es lo que significa. Esto nosotros lo podemos hacer sin autocomplacencia, sintiéndose simplemente como un “canal” que transmite los dones del Señor; y así se convierte concretamente en un “sembrador” de esperanza. Esto es lo que que el Señor nos pide, con esa fuerza y esa capacidad de consolar y ser sembradores de esperanza. Y hoy es necesario sembrar esperanza, pero no es fácil...

El fruto de este estilo de vida no es una comunidad en la cual algunos son de “clase A”, es decir, los fuertes, y otros de “clase B”, es decir, los débiles. El fruto, en cambio, es como dice Pablo, «tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús» (v. 5). La Palabra de Dios alimenta una esperanza que se traduce concretamente en compartir, en servicio recíproco. Porque también quien es “fuerte” se encuentra antes o después con la experiencia de la fragilidad y el tener necesidad del conforto de los demás; y viceversa, en la debilidad se puede siempre ofrecer una sonrisa o una mano al hermano en dificultad. Y es una comunidad así que «unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios» (cf v. 6). Pero todo esto es posible si se pone en el centro a Cristo, y su palabra, porque Él es el “fuerte”, Él es el que nos da la fortaleza, que nos da la paciencia, que nos da la esperanza, que nos da la consolación. Él es el “hermano fuerte” que cuida de cada uno de nosotros: todos efectivamente necesitamos ser cargados sobre los hombros del Buen Pastor y sentirnos envueltos por su mirada tierna y primorosa.


Queridos amigos, nunca agradeceremos lo suficiente a Dios el don de su Palabra, que se hace presente en las Escrituras. Y es allí donde el Padre de nuestro Señor Jesucristo se revela como «Dios de la perseverancia y de la consolación». Y es allí que nos volvemos conscientes de cómo nuestra esperanza no se funde sobre nuestras capacidades y sobre nuestras fuerzas, sino sobre el apoyo de Dios y la fidelidad de su amor, es decir, sobre la fuerza y consolación de Dios. Gracias.


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Tomado de:
http://w2.vatican.va

La Misa: 14° Parte - El Pueblo y las ideologías secularizadas que influyen en la Misa



P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.

6.2. EL PUEBLO EN CIERTAS CORRIENTES LIBERACIONISTAS Y LA SECULARIZACIÓN DE LA MISA

Recordemos algunas ideas propugnadas por ciertas corrientes teológicas liberacionistas que llevan necesariamente a la desacralización de la celebración eucarística.

Al hablar expresamente de la Eucaristía algunos de estos teólogos afirman que la lucha de clases cuestiona la unidad de la Iglesia y aseguran que la universalidad y la unidad de la Iglesia son un “mito” llamado a desaparecer, para dar paso a una Iglesia re-convertida al servicio de los pobres en la lucha de clases.

Esta reconversión de la Iglesia lleva consigo una nueva manera de ser convocado y de convocar en iglesia. Pues el Evangelio leído desde el pobre convoca a una Iglesia Popular (Cfr. Gutiérrez, TL. p. 345-349; FHP. p. 37 y 66)

Como podemos observar, nos hallamos no ante el Pueblo de Dios convocado por los Apóstoles en nombre de Cristo, en el cual tenían cabida los judíos y los griegos, los esclavos y los libres, hombres y mujeres (cfr. Gal. 4,28), sino ante un nuevo Pueblo Cristiano identificado sólo con los comprometidos en favor de la clase proletaria en sus luchas liberadoras contra el opresor capitalista.

Pero hay más todavía, pues para estos teólogos la Iglesia Popular ha de llevar las luchas políticas al campo religioso, ya que ha de ser una Iglesia que arranque el Evangelio de los grandes de este mundo, entre los cuales debe ser contada la Iglesia tradicional-oficial, pues al rechazar la lucha de clases ella viene a ser una pieza del sistema capitalista (Cfr. Gutiérrez, TL. p. 343'; FHP. p. 37).

Por lo expuesto deducen estas corrientes de la Teología de la Liberación, que la Iglesia-Institución es un verdadero obstáculo para quienes desean ser en verdad cristianos y que por lo mismo se impone una ruptura con tal Iglesia (Cfr. Gutiérrez FHP. p. 91, 119, 124, 125). De las ideas recordadas yo he llegado a la conclusión, que estas corrientes teológicas de tal modo desacralizan la Iglesia que llegan a identificarla con la clase proletaria en lucha política contra sus opresores, y de tal modo sacralizan a esa clase social que la identifican con el Pueblo de Dios. De la sacralización de la clase proletaria y de la desacralización del Pueblo de Dios del N.T. nace necesariamente una celebración de la Eucaristía despojada de los símbolos religiosos y por lo mismo vaciada de la vibración religiosa masivo-popular; por eso tal celebración viene a ser un rito secularizado para unos iniciados muy sofisticados.

Bastará para confirmar lo dicho el recordar el folleto del CEP titulado “Eucaristía” (Lima, 1976). El grado de secularización de esta catequesis sobre la Eucaristía nos lo indica el hecho de que la misma palabra “Dios" ha sido eliminada en ella. En las doce páginas del folleto la palabra “Dios” sólo aparece para afirmar: “No es posible celebrar culto a Dios y seguir resignados o justificando la explotación del hombre por el hombre" (p. 4). El folleto se desarrolla en un horizonte de inmanencia total, en donde Cristo es presentado como un "pobre sociológico, héroe mitológico que simboliza el proletariado, en donde, el quehacer cristiano se reduce a la lucha por una sociedad sin clases y en donde la celebración de la Eucaristía es un método más de III concientización política en orden a la lucha de clases.

Cristo es presentado como un “pobre sociológico” (p. 2, 5, 12), pero que ha optado por la militancia política en la lucha de clases:

"La vida del militante Cristo se resume en una entrega cada vez más incondicional a la liberación del hombre... Cristo no fue un iluso ni un idealista; él tenía conciencia de lo que significaba cumplir la voluntad de su Padre: morir por esta causa, morir por el pueblo" (11 p. 11).

Dejemos ahora de lado qué interpretación deba dársele a la expresión “Cristo no fue un idealista”, pues según el lenguaje marxista usado por el folleto se le debería traducir por “Cristo fue un materialista dialéctico”, pero lo cierto es que el Cristo histórico dirigido por el Padre es presentado como el modelo de las vanguardias de cristianos que luchan hasta la muerte por una sociedad sin clases.

Por eso cuando se celebra la Eucaristía a “Cristo pobre” se está haciendo memoria de la vida, pasión, muerte y resurrección de todos los pobres de la tierra, pues la Eucaristía es el resumen de toda la militancia de Cristo, la cual fue anunciar la liberación y dar la vida por la causa (p. 12). De ahí que cuando los campesinos y los obreros mueren por el pueblo hacen viviente la presencia de Cristo entre los hombres (p. 11).

Al mirar esta figura de Cristo presentado en el folleto, uno no acaba de ver, si se está presentando al Cristo de la tradición apostólica que vivió una existencia terrena histórica, que murió y resucitó y en el tiempo que va desde la Ascensión a la Parusía vive junto al Padre como Señor de la historia; o si por el contrario, se nos está dibujando un héroe famoso al estilo del Che Guevara, el cual se convirtió por un tiempo en una imagen mítica de la clase proletaria. La impresión que deja la lectura del folleto es esto último.

La pascua del Éxodo es la figura, según el folleto, no tanto de la liberación del pecado realizada por Cristo como lo enseña el N.T. (1 Cor. 5,7), cuanto de la liberación socio-económica llevada a cabo por las luchas victoriosas del pueblo (p. 4). En la Eucaristía recordamos la nueva pascua que es “Cristo pobre” por eso toda Eucaristía nos pone al lado de los pobres de la tierra, de sus intereses y de sus luchas (p. 5).

De ahí brota una conclusión evidente: Todo el que no se compromete en la lucha de clases, no podrá participar del efecto liberador de la Eucaristía:

“Así como la liberación es tarea colectiva, es obra del movimiento popular en el que la clase obrera tiene un papel particular, así la Eucaristía es una acción colectiva, una celebración comunitaria. La Eucaristía es ante todo un don del Señor a los pobres de la tierra; sólo en la medida que entramos en el dinamismo histórico de los pobres y explotados participamos de la liberación; sólo en la medida que hacemos nuestras las esperanzas de los débiles, entramos a participar del don liberador de la Eucaristía” (p. 6).

Como se puede observar, en estas palabras hay un solo valor: “La lucha por construir una sociedad justa y fraterna” (p. 6). El horizonte trascendente que evoca todo misterio litúrgico de la Iglesia, el mundo de Dios y la posibilidad de acercarse a él por la gracia de Cristo prácticamente están ausentes del folleto.

Por otra parte el folleto nos presenta la Eucaristía como un método más de concientización política, pues la Eucaristía sólo puede tener sentido para el obrero cristiano, si participa en las luchas y en los logros del movimiento popular (p. 12).

Esto lo muestran los mismos elementos del pan y del vino escogidos por Cristo para la celebración eucarística, pues:

“En la Misa utilizamos el pan y el vino que son el fruto de la explotación de miles de trabajadores. Por eso que cada Misa debe recordar a Cristo y a esos compañeros; por eso que cada Misa debe renovar confianza, nuestra amistad y nuestro sentido de clase” (p. 7).

La secularización de la Eucaristía no puede ser más alarmante. Nos hallamos no ante el memorial de la Pascua del Señor, símbolo y causa de unidad del Pueblo de Dios, sino ante el memorial de la explotación de miles de trabajadores simbolizados en Cristo, los cuales nos invitan a fortalecer el sentido de clases.

Cuando hoy leemos en las revistas los comentarios sobre la Eucaristía celebrada por el Papa en Managua el día 4 de marzo de 1983; nos parece que los dirigentes sandinistas hubieran seguido muy de cerca las enseñanzas del folleto citado: El escenario preparado por las autoridades era más apto para un mitin político que para una celebración eucarística. En el altar no había crucifijo, en su lugar estaban las fotos de soldados caídos en combate, pancartas revolucionarias... En vez de cantos religiosos los militantes apostados estratégicamente en los micrófonos coreaban consignas revolucionarias. La manipulación de los micrófonos y de los altavoces buscó silenciar la voz de la Iglesia “tradicional-oficial” e hizo que se oyera la voz del “pueblo”, pero de un “pueblo” reducido a un grupo de revolucionarios marxistas que ignoró al Pueblo de Dios, que vive en Nicaragua, el cual sintió pena por la profanación de la Eucaristía de N. Señor Jesucristo y vergüenza del espectáculo bochornoso organizado por sus dirigentes.

Pero de esta jornada triste brotó una luz clarificadora, que ahora debemos recordar al recoger las enseñanzas dadas por Juan Pablo II en la homilía de aquella memorable Misa.

Comenzó Juan Pablo II su homilía saludando al Arzobispo de Managua, a los obispos, a todos y cada uno de los presentes:

“Pobres y ricos, obreros y empresarios, porque en todos vosotros está presente Jesucristo, primogénito entre muchos hermanos (Rom. 8,24). De Él habéis sido revestidos en vuestro bautismo (Cfr. Gal. 3,27); así, todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. 

Después de este significativo saludo el Papa abordó el tema de la unidad y de la universalidad de la Iglesia y con su manera conocida dijo con tono clarificador:

“En ella (la Iglesia) ninguno tiene más derecho de ciudadanía que otro: ni los judíos, ni los griegos, ni los esclavos, ni los libres, ni los hombres, ni las mujeres, ni los pobres, ni los ricos, porque todos somos uno en Cristo Jesús” (cfr. Gal. 2,28).

La unidad de la Iglesia, según Juan Pablo II, se fundamenta en un solo Señor, en una sola fe, en un solo Dios y Padre. Estos fundamentos de la unidad de la Iglesia son sólidos, pero hemos de examinar los peligros que hoy amenazan a esta unidad. Ella comienza a ser amenazada, cuando se anteponen a las bases puestas por Cristo "compromisos ideológicos inaceptables y concepciones de la Iglesia que suplantan a la verdadera". Con tono enérgico siguió el Papa su homilía diciendo:

“Sí, mis queridos hermanos centroamericanos y nicaragüenses: cuando el cristiano, sea cual fuere su condición, prefiere cualquier otra doctrina o ideología a la enseñanza de los Apóstoles y de la Iglesia; cuando se hace de esas doctrinas el criterio de nuestra vocación; cuando se intenta reinterpretar según sus categorías la catequesis, la enseñanza religiosa, la predicación; cuando se instalan “magisterios paralelos”..., entonces se debilita la unidad de la Iglesia”.

La unidad de la Iglesia, continuó diciendo el Papa, exige de todos los cristianos someter las propias concepciones doctrinales y los propios proyectos pastorales al magisterio de la Iglesia. Pues la unidad de la Iglesia es don de Jesucristo, el cual ha confiado a los obispos en comunión con el Papa un importante ministerio de la unidad. De ahí lo absurdo y peligroso que sería imaginarse al lado de la Iglesia presidida por el obispo otra iglesia “nueva y no tradicional, alternativa y, como se preconiza últimamente, una Iglesia Popular”.

Rechazada la Iglesia Popular, el Papa entró al tema de la Eucaristía, pues ella es signo y causa de la unidad de la Iglesia. Pero la celebración eucarística no será fuente de unidad, si los que la realizan no están en comunión con el obispo o no respetan las normas litúrgicas dadas por la Sede Apostólica.

Y uniendo sus enseñanzas sobre la Iglesia y sobre la Eucaristía Juan Pablo II las resumió con nitidez:

“La Eucaristía que se pone al servicio de las propias ideas y opiniones, o de finalidades ajenas a ella misma, no es ya una Eucaristía de la Iglesia. En lugar de unir, divide”.

La claridad del pensamiento papal nos ahorra compararlo con las ideas expuestas más arriba de ciertas corrientes liberacionistas en torno a la Iglesia y a la Eucaristía.

Para terminar este apartado recordaré el comentario de una periodista que comparaba así los encuentros del Papa con el pueblo nicaragüense en León y en Managua: “Diríase que en León se dio cita la Nicaragua real, profundamente religiosa; y en Managua, la Nicaragua oficial, profundamente política” (Ecclesia, 12.3.83, p. 26).

Y yo añadiría: En Managua se hizo presente en la Misa del Papa la Iglesia Popular propugnada por las corrientes indicadas de la Teología de la Liberación. Y en León acudió a la celebración de la Palabra presidida por Juan Pablo II el Pueblo de la Liturgia Católica, es decir, el Pueblo Fiel, el Pueblo Devoto, el Pueblo Católico... descrito por el Misal Romano y defendido por S.S. el Papa, Juan Pablo II.



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Referencia bibliográfica: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J. "La Misa en la religión del pueblo", Lima, 1983.

Libros Históricos del Antiguo Testamento: 1° Libro de Samuel



P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.

El profeta Samuel y el rey Saúl

Una vez establecidos los filisteos en la zona costera de la región palestina, trataron de expandirse hacia su interior. Sus ciudades-estado actuaban en la política de forma unida, y además sabían manipular el hierro y fabricar armamento cada vez más eficaz para sus guerras. Las tribus israelitas se opusieron a la expansión filistea, pero sufrieron una derrota en Afec (1050 a.C.) En esa batalla, incluso el Arca de la Alianza pasó a manos filisteas. Ante Samuel, sacerdote educado en Silo, cuyo templo había tenido el Arca de la Alianza, las tribus más importantes del centro y norte de Palestina acudieron para reorganizarse y luchar contra su enemigo común. A ésto se suma el que todo el resto de los pueblos vecinos (fenicios, arameos, amonitas y edomitas) se fortalecían bajo el caudillaje de sus respectivos reyes, quienes ejercían el mando.

En este contexto, el sacerdote Samuel se sintió obligado a ungir y consagrar a Saúl como monarca de las tribus israelitas. Este primer rey de Israel había ya destacado por su valor demostrado en su victoria (Yabés) contra los amonitas que presionaban por el Este (tierras de Galaad).

Y una vez ungido como rey, Saúl organizó un ejército permanente y mantuvo a raya a los amonitas (Este), filisteos (Oeste) y amalecitas (Sur). Sin embargo, y aunque el ejército de Saúl era diestro en la lucha en terreno de montaña, no podía enfrentar a los filisteos en el terreno llano. Por intentarlo, tanto Saúl como su hijo Jonatán (su probable sucesor) fueron derrotados en la importante batalla de Gelboé (1010 a.C.) Ambos murieron en ella.

Es en el primer libro de Samuel donde se narran estos acontecimientos y detalles que rodean las figuras de Samuel y Saúl. Desde el capítulo 16 hasta el último, el 31, aparece el sin par David aureolado por sus éxitos personales en contraste con un rey Saúl, celoso y mezquino y ya decadente.
Respecto del nacimiento de la monarquía, se contraponen dos tradiciones: una, bastante crítica (1Sm 8; 10,17-24; 12) y otra, al contrario, pro-monárquica y más oficial (1Sm 9,1-10.16; 11) Los puntos del acuerdo y del desacuerdo entre ambas serían en principio: Yahvéh consagra al rey mediante un profeta sacerdote, y el pueblo lo reconoce y acepta como tal; pero el rey ha de ser el representante tanto de Yahvéh como también de las tribus de Israel.

EL AUTOR SAGRADO PONE EN BOCA DE ANA UN CÁNTICO PARA CELEBRAR EL NACIMIENTO DE SU HIJO SAMUEL:
MI CORAZÓN SE REGOCIJA POR EL SEÑOR, MI PODER SE EXALTA POR DIOS, MI BOCA SE RÍE DE MIS ENEMIGOS, PORQUE GOZO CON TU SALVACIÓN. NO HAY SANTO COMO EL SEÑOR, NO HAY ROCA COMO NUESTRO DIOS. NO MULTIPLIQUÉIS DISCURSOS ALTIVOS, NO ECHÉIS POR LA BOCA ARROGANCIAS, PORQUE EL SEÑOR ES UN DIOS QUE SABE, ÉL ES QUIEN PESA LAS ACCIONES. SE ROMPEN LOS ARCOS DE LOS VALIENTES, MIENTRAS LOS COBARDES SE CIÑEN DE VALOR; LOS HARTOS SE CONTRATAN POR EL PAN, MIENTRAS LOS HAMBRIENTOS ENGORDAN; LA MUJER ESTÉRIL DA A LUZ SIETE HIJOS, MIENTRAS LA MADRE DE MUCHOS QUEDA BALDÍA. EL SEÑOR DA LA MUERTE Y LA VIDA, (...) (1Sm, 2,1-6)

LOS FILISTEOS: 

La región llamada "Filistea" giraba alrededor de las ciudades-estado de Gaza, Ascalón, Azoto, Eglón y Gat, extendiéndose por la franja costera al sur del monte Carmelo. Esta región estaba habitada por "los pueblos del mar”, llegados de las islas del mar Egeo (N.O. de la Turquía actual). No lograron penetrar en Egipto y se contentaron con la zona indicada.

En ese tiempo, precisamente, las tribus de Israel se asentaban en Canaán y el choque con los filisteos fue inevitable. Estos introdujeron el hierro y fueron hábiles artesanos en la fabricación de armas. Se sometieron al rey David, pero desaparecido Salomón, se pusieron bajo la protección egipcia. Sobrevivieron a las diversas ocupaciones: asiría, babilonia, persa y griega.

El nombre "Palestina" deriva de la misma raíz que “Filistea”. Los romanos tras la represión de la segunda rebelión judía (135 d.C.) impusieron este nombre de "Palestina" a la región, que se ha mantenido hasta la proclamación del Estado de Israel, el 15 de marzo de 1948.

“DAVID LE RESPONDIÓ:
TÚ VIENES CONTRA MÍ CON ESPADA, LANZA Y JABALINA, PERO YO VOY CONTRA TÍ EN NOMBRE DEL SEÑOR”.
(1Sm 17,45)


Guía del Libro primero de Samuel

(1,1-4,1) • Nacimiento y consagración de Samuel. • Cántico de Ana. • Los hijos de Helí.
• Anuncio de la ruina de su familia. • Vocación de Samuel.

(4,2-7,1) • Derrota ante los filisteos. • Estos capturan el arca de la alianza. • Pero, en sus manos, el arca les trae problemas. • Devolución del arca. • Su custodia.

(7,2-12,25) • Samuel actúa como juez y libertador. • El pueblo pide un rey. • Inconvenientes de la monarquía. • En busca de unas asnas Saúl da con Samuel. • Unción de Saúl y su elección como rey. • Victoria contra los amonitas. • Retiro de Samuel.

(13,1-14,52) • Victoria de Saúl sobre los filisteos. • Ruptura entre Samuel y Saúl.
• Hazaña de Jonatán. • Imprecación de Saúl y desobediencia de su hijo.

(15,1-35) • Contra los amalecitas. • Pecado y rechazo de Saúl. • Samuel llora por Saúl.

(16,1-19,7)) • Unción de David. • Al servicio de Saúl. • David y Goliat. • David despierta la envidia de Saúl. • Su matrimonio. • Amistad entre David y Jonatán.

(19,8-21,16) • Huida de David favorecida por su mujer y Jonatán. • David en Nob y Gat.

(22,1-26,25) • Persecución despiadada de Saúl. • David en Queilá. • En el desierto.
• David perdona la vida a Saúl. • Muerte de Samuel. • Historia de Nabal y Abigaíl.
• De nuevo perdona la vida a Saúl.

(27,1-31,13) • David se refugia en Gat. • Saúl consulta a la pitonisa de Endor. • David queda al margen de la lucha entre filisteos e israelitas. • Campaña contra los amalecitas.
• Batalla de Gelboé: muerte de Saúl y de sus tres hijos.


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Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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¿Qué es el Año Litúrgico? 17° Parte - La Semana Santa: Domingo de Resurrección


P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J.

2. LA SEMANA SANTA

Continuación

2.4. Domingo de Resurrección

La Liturgia del Domingo de Pascua comienza con el Vigilia Pascual en la Noche Santa y en las rúbricas introductorias leemos:

"Desde una tradición antiquísima, esta noche es dedicada a la espera del Señor (Exod. 12,42), de tal manera que los fieles, según el aviso del Evangelio (Le. 12, 35 ss.), llevando en sus manos cirios encendidos, se asemejan a los hombres, que esperan al Señor, cuando llegue; para que, cuando venga, los encuentre velando y los haga sentar en su mesa”.

La Vigilia Pascual consta del rito de la luz, de la liturgia de la Palabra, de la liturgia bautismal y de la liturgia eucarística.

El rito de la luz es un símbolo fácilmente captado por los fieles. Pues el Cirio Pascual simboliza a Jesús Resucitado, que con su luz enciende la luz de la fe y de la esperanza en los corazones fieles.

Basta recorrer despacio todas las oraciones de este rito de la luz para ver el sentido espiritual que la liturgia da al fuego, a la luz del Cirio Pascual y a la luz de las velas encendidas, que llevan los fieles durante la procesión en un templo oscurecido.

En lo posible el Pregón Pascual ante el Cirio debe ser cantado, por eso las rúbricas admiten que pueda ser cantado por un laico. En esta alabanza al Cirio llena de lirismo leemos frases de una hondura y de una emoción religiosas que despiertan la alegría en los corazones cristianos:

“Esta es la noche de que estaba escrito: Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo... Te rogamos, Señor, que este Cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche... Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo, tu Hijo Resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos. Amén.

La lectura de la Palabra de Dios es una parte fundamental de la Vigilia Pascual. Así, pues, en esta Vigilia, madre de todas las vigilias, se proponen nueve lecturas, de las cuales siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo. Por razones pastorales pueden disminuirse las lecturas del Antiguo Testamento. La introducción, que debe hacer el sacerdote, nos hace caer en la cuenta de la importancia de la liturgia de la Palabra en esta Vigilia:

“Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la Resurrección del Señor. Ahora oigamos con un corazón sosegado la Palabra de Dios”.

Leído el Evangelio y tenida la homilía, se comienza con la liturgia bautismal. En ella se bendice el agua bautismal, se bautiza en el caso que haya bautismos, y se hace la renovación de las promesas bautismales. Los fieles renovaran sus promesas bautismales de pie y con las velas, encendidas en sus manos.

Concluida la liturgia bautismal, el sacerdote comienza la liturgia de la Eucaristía. La cual terminará con la despedida:

“Podéis ir en paz, aleluya, aleluya”.

El pueblo contesta:

“Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya”.


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Bibliografía: P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón S.J. Año Litúrgico y Piedad Popular Católica. Lima, 1982

Papa Francisco reza por las víctimas de las inundaciones en Perú


Quiero asegurar mi cercanía a la querida población de Perú, golpeadas por devastadoras inundaciones. Rezo por las víctimas y por los que participan en las operaciones de socorro.

Domingo 19 de marzo del 2017

Jesús y la samaritana

El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión del Evangelio del Tercer Domingo de Cuaresma: "El Señor es el único que puede saciar nuestra sed." Acceda AQUÍ.

Historia de la Salvación: 39° Parte - La Parusía, 3° Parte

Finalizamos la serie de Historia de la Salvación con esta entrega, donde el P. Ignacio Garro, S.J. nos comparte como último tema el Juicio Final y sus consecuencias. A través del enlace al final de la publicación podrá acceder al índice de toda la serie que incluye 40 entregas, incluyendo la Bibliografía empleada por el P. Ignacio. Esperamos que esta serie les haya sido y les siga siendo de utilidad pastoral. Acceda AQUÍ.

Libros Históricos del Antiguo Testamento: Los Jueces

El P. Fernando Martínez S.J. nos comparte en esta entrega, su estudio sobre el libro de los Jueces donde destacan dos figuras: Débora y Sansón. Acceda AQUÍ.

Santísima Trinidad: 7° Parte - La esencia de Dios, atributos divinos particulares

El P. Ignacio Garro, S.J. finaliza el apartado de los atributos divinos de Dios con esta entrega sobre los atributos particulares: simplicidad, inmutabilidad, eternidad, infinitud e inmensidad; presentados con tesis y sus respectivas explicaciones. Acceda AQUÍ.

¿Qué es el Año Litúrgico? 16° Parte - La Semana Santa: Viernes Santo y Sábado Santo

En esta serie del P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J., compartimos la explicación de la liturgia de los dos últimos días del Triduo Pascual, preparándonos para la Pascua. Acceda AQUÍ.

Últimas Catequesis del Papa Francisco

Acceda a las últimas catequesis del Papa Francisco donde continúa con la serie de la Esperanza Cristiana, realizadas en las audiencias de los miércoles:
El camino cuaresmal de la esperanza, 01 de marzo, 2017
Alegres en la esperanza, 15 de marzo, 2017

La Misa: 13° Parte - El Pueblo diseñado por el Misal

Continuando con esta serie del P. Rodrigo Sánchez Arjona Halcón, S.J., compartimos el tema sobre el Pueblo de la Misa Católica, en el Misal Romano la expresión Pueblo toma su significado humano y alude, por tanto, a la cultura, a las costumbres, a la fuente perenne de formas nuevas, en las que se manifiesta a través de los altos y de los bajos la vitalidad inagotable de una raza. Acceda AQUÍ.

Jesús cura a un ciego de nacimiento


P. Adolfo Franco, S.J.

CUARESMA
Domingo IV

Juan 9, 1-41

Jesús se proclama como la luz del mundo y nos enseña a "ver como Dios ve las cosas."

San Juan narra en estos versículos la curación del ciego de nacimiento. Y como en todos los milagros de Jesús que él narra, extrae una lección; es el estilo evangélico de San Juan. Los milagros son el marco en que se desarrolla una importante enseñanza de Jesús. Lo importante en San Juan es la enseñanza, más que el prodigio.

Ya desde el principio de la narración se manifiesta la intención del Evangelista al escoger este milagro: ante el ciego los apóstoles hacen una pregunta a Jesús: ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego? (esta pregunta correspondía a las creencias que entonces tenían en Israel), y Jesús responde (con esto empieza a manifestarse la intención de este signo): No pecó él, ni pecaron sus padres, sino que todo esto es para que se manifieste la gloria de Dios. Aquí está dando el sentido de todo el milagro, y de todos los milagros. El milagro lo hace Jesús para que se manifieste la gloria de Dios.

Y en el milagro, tanto por parte de Jesús, como por parte del ciego, y de alguna forma por los fariseos críticos del milagro, se señalan tres conceptos: la luz, la fe y la ceguera. Esta es la enseñanza más específica de esta curación milagrosa. Sorprendente; pero que pretende cuestionar a esos que se consideraban sabios en Israel, y a los que Jesús califica de “ciegos, guías de ciegos”.

Jesús es la luz del mundo. Es una afirmación fundamental. Y esto quiere decir que en Él todo tiene su sentido, que con su luz todo adquiere vida; que sin El no se comprende la vida, el mundo, ni nada de lo que sucede. Que El es la luz para los ojos, y que quien no lo acepta está en tinieblas. Un mundo sin Jesús, es una cueva oscura. Muchos podrían pensar que esta es una afirmación exagerada; es una pena que haya muchos a los que la luz de la fe no les haya llegado, y por eso no aceptan esa afirmación de Jesús.

El ciego, con ceguera de los ojos corporales, va a sufrir dos curaciones: la curación de la ceguera corporal, y la iluminación de la fe, que es la meta final de la curación corporal. Es un hombre que se deja iluminar, que no pone resistencia a la luz, y que al final ya iluminado hace una estupenda afirmación de fe, cuando Jesús le pregunta si cree en el Hijo del Hombre: “Creo, Señor”, y se postró de rodillas.

Por contraste están los fariseos, que no tenían ceguera corporal, pero que tenían una tremenda ceguera espiritual, y por lo que parece es una ceguera sin curación posible, porque ellos no querían ver. No quieren aceptar la evidencia que se desprende del milagro, y para oponerse a la evidencia ponen razones, que el ciego ignorante (así lo califican ellos) descubre como inconsistentes, y sin fuerza. Son como alguien que para negar la existencia del sol se tapase fuertemente los ojos con las dos manos.

De nuevo estamos en el proceso de la cuaresma, que nos conduce a la luz de la Pascua que es Cristo; ya con este milagro se nos adelanta el momento maravilloso en que Jesús resucitado ilumina las tinieblas. Y  en este proceso de conversión, se nos pide que pasemos de las tinieblas a la luz. Significa abrirse a la fe, rendirse ante la luz, y no anteponer nuestras razones y prejuicios (como hacen los fariseos ante la evidencia de la curación del ciego) a la enseñanza de Jesús.

Creer en Jesucristo resucitado es el acto fundamental de la fe cristiana; por eso dirá San Pablo: “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”. La actitud del ciego nos enseña lo que significa este acto de fe; confiesa diciendo: creo, Señor, y además adora, se postra en tierra. Es el sometimiento a la verdad de Dios, lo que nos pide la fe. Es la enseñanza básica de este milagro: aceptar la luz de Cristo, para no estar ciegos.

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Agradecemos al P. Adolfo Franco, S.J. por su colaboración.

Para otras reflexiones del P. Adolfo acceda AQUÍ.