ESPECIAL: PUERTA DE LA MISERICORDIA





Las sendas del Señor son misericordia y lealtad. Por el honor de tu nombre, Señor, perdona mis culpas, que son muchas.
Salmo 25, 10-11













Jesús rechazado por los fariseos

El P. Adolfo Franco, S.J. nos comparte su reflexión del evangelio del domingo 31 de enero, "Jesús rechazado y amenazado de muerte ya al comienzo de su predicación. Su entrega fue total y pasó por alto los peligros que siempre le acosaron." Acceda AQUÍ.

CVX - Perú organiza Programa de Crecimiento Espiritual para laicos

La Comunidad de Vida Cristiana - Perú (CVX - comunidades para laicos de espiritualidad ignaciana) organiza el Programa de Crecimiento Espiritual para laicos en Lima, llamado Iniciación en la Experiencia de Dios -Itinerario I, que comenzará en abril, las inscripciones ya están abiertas. Para mayor información acceda AQUÍ

Historia de la Salvación: 6° Parte - La historia de Moisés

El P. Ignacio Garro S.J. a continuación nos presenta la primera parte de la historia de Moisés, desde sus orígenes hasta la Pascua judía. Acceda AQUÍ.

Cristología - 11° Parte: Los atributos de la naturaleza humana de Cristo, continuación

El P. Ignacio Garro, S.J. nos comparte la última parte de este apartado centrando sus temas en la santidad y plenitud de gracia en Cristo y las prerrogativas del poder humano de Cristo. Acceda AQUÍ.

Ofrecimiento Diario - Orando con el Papa Francisco en el mes de FEBRERO 2016

Compartimos las intenciones del Papa Francisco para el mes de febrero que encomienda al Apostolado de la Oración (AO) y a toda la Iglesia a través de la Red Mundial de Oración, acompañamos con textos seleccionados por el P. Enrique Rodríguez, S.J., Secretario Nacional del AO, sobre cómo participar en la Red Mundial. Acceda AQUÍ.



Cristología - 11° Parte: Los atributos de la naturaleza humana de Cristo, continuación



P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA



3. LOS ATRIBUTOS DE LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO

CONTINUACIÓN



3.7. LA SANTIDAD Y PLENITUD DE GRACIA EN CRISTO
         
La cuestión de la gracia de Cristo, que abordamos en este apartado es una de las más importantes.  Coincide con la cuestión de la santidad de Cristo, ya que es la gracia, precisamente, el principio de la santificación sobrenatural.
         
La santidad, en general, consiste en la "unión con Dios".  La razón es porque sólo Dios es santo por su misma naturaleza y esencia: "Tu solus Sanctus", decimos en el Gloria. Luego todos los demás seres capaces de santidad serán santos en la medida y grado en que se unan sobrenaturalmente con Dios y no más.  Y como la unión sobrenatural con Dios la establece en las criaturas la gracia santificante, síguese que el crecimiento de la gracia y el de la santidad son una misma cosa:  mayor gracia, mayor santidad y viceversa.


3.8. LOS TEÓLOGOS DISTINGUEN EN CRISTO UNA TRIPLE GRACIA
        
a. Gracia de unión: que significa la unión substancial, enteramen­te gratuita, de la naturaleza humana con la divina en la persona del Verbo.
         
b. Gracia habitual: que designa la gracia santificante, poseída por el alma de Cristo en toda su plenitud.
         
c. Gracia capital: que expresa la gracia de Cristo como cabeza del cuerpo místico redundando sobre todos sus miembros.
        
         
La gracia de "unión" es gracia substancial.  Las otras dos gracias: la "gracia habitual" y la "gracia capital" son accidentales.
         
La existencia de esta triple gracia consta expresamente en la Sagrada Escritura. El Apóstol y evangelista S. Juan habla claramente de las tres gracias en el Prólogo de su evangelio. Porque, al decir que "el Verbo se hizo carne", vco. l4, menciona la "gracia de unión". Cuando dice: "que habitó entre nosotros... lleno de gracia y de verdad", vco. 14, alude a la "gracia habitual".  Y al decir: "que de su plenitud recibimos gracia sobre gracia", vco. l6, se refiere a la gracia "capital".


3.9. GRACIA DE UNIÓN

Tesis 24ª.- "En virtud de la unión hipostática le fue comunicada a la humanidad de Jesucristo la santidad misma del Verbo y es, por consiguiente infinitamente santa, aun prescindiendo de la gracia habitual o santificante".­
        
(Esta tesis ya la vimos anteriormente:  (Tesis 10ª)
        
En esta tesis se trata de la gracia de Unión Hipostática y ya dijimos que la razón es porque, al unirse hipostáticamente al Verbo de Dios, la humanidad santísima de Cristo, (cuerpo y alma) quedó incorporada, por decirlo así, a la santidad misma del Verbo; no porque el Verbo la informara propiamente, sino en virtud de la unión substancial de la naturaleza humana (cuerpo y alma) con la Persona divina del Verbo. Esto recibe el nombre de "gracia de unión" y constituye, por sí misma, la santidad substancial e infinita de Cristo en cuanto hombre.
         
Por eso la Iglesia ha podido definir que la carne de Cristo es "vivificante", lo cual no sería posible sin la gracia de "unión", ya que la gracia habitual santifica únicamente el alma de Cristo, como veremos, no su cuerpo. La gracia de "unión", en cambio, santifica el cuerpo y el alma de Cristo, o sea, toda su humanidad santísima, comunicándole la santidad increada e infinita del mismo Verbo divino. Esto aparece claro también por el hecho de que la "filiación divina natural" lleva consigo, necesariamente, la suma santidad objetiva.  Ahora bien, Cristo, en cuanto hombre, en virtud de la unión hipostática, es Hijo natural de Dios, no adoptivo. Luego esta unión eleva inmediatamente y por sí misma al sumo grado de santidad, ya que la santidad consiste en la unión con Dios y no puede pensarse una unión más íntima con Dios que la personal o hipostática. De manera que Jesucristo‑hombre es infinitamente santo en virtud de la gracia de unión, aun prescindiendo de la gracia habitual.
        
Por eso la Iglesia enseña : "La gracia de unión se extiende a toda la humanidad de Cristo, o sea, al alma y al cuerpo; y, en virtud de ella, Cristo‑hombre es intrínseca y absolutamente impecable".

La humanidad de Cristo, toda entera, o sea, con su cuerpo y su alma, quedó unida hipostáticamente al Verbo, y, por lo mismo, la gracia de unión, que la santifica substancialmente, afectó no solamente al alma, si­no también al mismo cuerpo de Cristo, haciéndole adorable e infinitamente santo.  Esta gracia de unión es la que hace que Cristo, aun en cuanto hombre, sea intrínseca y absolutamente impecable.  Así como la unión hipostática de las dos naturalezas es absolutamente indestructible, así también, y por esa misma razón, es absolutamente imposible que la humanidad santísima de Cristo pueda ser manchada por la menor sombra de pecado.


3.10. LA GRACIA HABITUAL
        
Tesis 25ª.-  "Jesucristo  poseyó la gracia habitual o santificante".

3.10.1. Explicación

         
Además de la gracia de unión, en virtud de la cual Cristo‑hombre es "personalmente" el Hijo de Dios, su alma santísima posee con plenitud inmensa la gracia habitual o santificante.
         
A primera vista parece que Cristo no tuvo, ni necesitaba para nada la gracia santificante, toda vez que, en virtud de la gracia de unión, su naturaleza humana era ya infinitamente santa. La gracia de unión hacía a Jesucristo‑hombre Hijo natural de Dios, y la gracia santifi­cante nos hace hijos adoptivos. Jesucristo, teniendo lo más (gracia de unión) parece que no necesita lo menos (gracia habitual).
         
Y sin embargo, es una verdad completamente cierta y próxima a la fe que Jesucristo poseyó en su alma santísima la gracia habitual o santificante.

3.10.2. Sagrada Escritura

         
  • Lc 2, 40: "El niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El".    
  • Lc. 2, 52: “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres
  • Juan 1, 14, dice: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad".


Esta gracia de la que aquí habla S. Juan no es la "gracia de unión", sino la gracia habitual o santificante, puesto que añade enseguida: "Pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia". Jn 1, 16.
         
Ahora bien, es evidente que de la plenitud de Cristo no hemos recibido la gracia de unión, que es propia y exclusiva de El, sino la gracia habitual o santificante; luego de ella habla aquí S. Juan. Lo confirma también S. Pedro cuando, habla de Cristo, y dice: "Y nos hizo merced de preciosas y ricas promesas, para hacernos así partícipes de la naturaleza divina" . 2 Petr. 1, 4.
          

3.10.3. Argumento teológico

         
Sto. Tomás, expone tres razones convincentes, veamos:
  • En primer lugar, por razón de la unión de su alma con el Verbo de Dios, pues en cuanto un ser, sometido a la acción de una causa, está más próximo a ella, tanto más recibirá su influencia; ejemplo: tanto más se calienta un objeto cuanto más se acerca al fuego.  Pero el influjo de la gracia viene de Dios, como dice el salmo: "Dios da la gracia y la gloria", Salm 83, 12.  Por tanto, fue sumamente conveniente que el alma de Cristo recibiese el influjo de la gracia divina.
  • La segunda razón deriva de la excelsitud de su alma, cuyas operaciones debían alcanzar a Dios lo más íntimamente posible por el conocimiento y el amor. Para esto, la naturaleza humana necesitaba ser elevada por la gracia.
  • El último argumento se refiere a la relación de Cristo con el género humano. Cristo, en efecto, en cuanto hombre, es mediador entre Dios y los hombres, como dice S. Pablo en 1 Tim, 2, 5. Era preciso, pues, que poseyera la gracia que había de redundar sobre los demás hombres, según aquello de S. Juan1, 16: "de cuya gracia todos recibimos gracia sobre gracia".



3.11. LA GRACIA CAPITAL
        
Tesis 26ª.-  "Cristo, en cuanto hombre, posee la gracia capital­, o sea, es cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo Místico".

3.11.1. Explicación

         
La tercera gracia que cabe distinguir en la persona de Cristo es la "gracia capital", o sea, aquella gracia que le pertenece como Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo Místico.
         
Por "gracia capital", se entiende aquella gracia que compete a Cristo como Cabeza de su Cuerpo que es la Iglesia. Es, su misma gracia habitual en cuanto principio de gracia en todos los miembros de su Cuerpo Místico, en virtud y como consecuencia natural de la plenitud absoluta con que posee esa gracia habitual

3.11.2. Sagrada Escritura

         
Lo dice expresamente S. Pablo en Efes 1, 22: "A El sujetó todas las cosas bajo sus pies y le puso por cabeza de todas las cosas en la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud del que lo acaba todo en todos". Efes 5, 23: "El marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, y salvador de su cuerpo". Col 1, 18: "El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia". 

3.11.3. Magisterio de la Iglesia

         
La Iglesia ha proclamado repetidas veces la doctrina del Cuerpo Místico, cuya cabeza es Cristo: Bonifacio VIII: "Por apremio de la fe estamos obligados a creer y mantener que hay una sola Iglesia, santa, católica y apostólica... Ella representa un solo cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, y la cabeza de Cristo es Dios".  Denz  468.

3.11.4. Argumento teológico

         
Tiene dos partes.
        
A). "Cristo, en cuanto hombre, posee la gracia capital, o sea, es cabeza de la Iglesia".  Es evidente, puesto que se reúnen en El, en un sentido espiritual, las cuatro notas propias y características de la cabeza, o sea, la primacía de "orden", de "perfección", de "gobierno" y de "influjo".
  • De orden, puesto que: " (Cristo) es el principio, el primogénito de los muertos, para que tenga la primacía sobre todas las cosas", Col 1, 18. Después del pecado de Adán, todos los hombres que han recibido la gracia de Dios la han recibido por relación a el, incluso los justos en el A. T.
  • De perfección, porque en el orden ontológico es el mismo Dios personalmente, el Redentor universal. Y en el orden de la gracia la tiene en toda su plenitud, como corresponde al Unigénito del Padre: "lleno de gracia y de verdad", Jn 1, 14.
  • De gobierno externo, porque en El está la plenitud del poder gobernante. Lo anunció el profeta Isaías 9, 6‑7: "Príncipe de la paz, que reinará sobre el trono de David para siempre jamás".  Lo proclamó el mismo Cristo en Jn 18, 37:  ante  Pilato: "Tú  lo  has  dicho. Yo soy rey". Y en Mt 28, 18: dice : "Se me ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra".
  • Influjo interno en todos los miembros, puesto que, como dice S. Juan 1, 10: "de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia". Toda la gracia que reciben los hombres procede la plenitud inmensa de la gracia de Cristo. Sin la influencia de Cristo no se da vida sobrenatural en los hombres. Es una influencia física, íntima, vital comparable a la influencia de la vid con respecto a sus propios sarmientos. Jn. 15, 5.  Es el aspecto más profundo e importante de la gracia capital.

        
         
B). "La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo" : Es evidente si tenemos en cuenta que en la Iglesia se encuentran, analógicamente, con respecto a Cristo, las notas o propiedades que corresponden al cuerpo con relación a la cabeza:
        
  • Multiplicidad de miembros: En potencia son miembros de la Iglesia todos los hombres del mundo. En acto perfecto lo son todos los que poseen la gracia y la caridad; y en acto imperfecto, los que conservan la fe y la esperanza, aunque estén en pecado mortal.
  • Multiplicidad de operaciones : Unos son apóstoles; otros profetas, otros sacerdotes; otros simples fieles. l Cor 12.    
  • Íntimamente unidos y dependientes entre sí, por la fe, la gracia, la caridad, la oración, el buen ejemplo, la recepción de los mismos sacramentos, la obediencia a una jerarquía, con el Papa a la cabeza.
  • Cristo es el centro de todas las operaciones vitales de la Iglesia: Su influjo interno y vital se extiende absolutamente a todos los miembros.
  • Todos ellos están informados por el mismo Espíritu: El Espíritu Santo, alma de la Iglesia, que los vivifica a todos por la gracia y los dones sobrenaturales. Luego es del todo claro y evidente que la Iglesia es el verdadero Cuerpo Místico de Cristo.




3.12. LAS PRERROGATIVAS DEL PODER HUMANO DE CRISTO

Tesis 27.- "La humanidad de Cristo no puede ni pudo ser absolutamente omnipotente". (sentencia cierta).

3.12.1. Explicación

         
Veamos ahora el poder de Cristo: estudiadas las perfecciones que Cristo poseía en la "esencia misma" de su alma (gracia habitual y capital), y las relati­vas a su naturaleza humana (la ciencia beatífica, ciencia infusa y ciencia adquirida), veamos ahora las que se refieren principalmente a su "voluntad humana"; la más importante equivale a preguntar si Cristo, en cuanto hombre, poseía la omnipotencia divina o si su poder humano, aunque inmenso, no alcanzaba la plenitud de la divina omnipotencia. Sin embargo, Cristo era omnipotente en cuanto Dios, como es cosa clara y evidente
         
El argumento para demostrarlo no puede ser más claro y sencillo. La omnipotencia, en efecto, es uno de los atributos de la divinidad realmente, identificados con la esencia divina. Es un atributo infinito, que, por lo mismo, no puede ser comunicado a ninguna criatura finita, aunque se trate de la humanidad adorable de Cristo. Sin embargo, es claro y evidente que Cristo era omnipotente en cuanto Dios.

La Iglesia enseña : "La humanidad de Cristo tiene dominio absoluto y es causa principal de los actos naturales y sobrenaturales pertenecientes a ella misma". (sentencia completamente cierta).
         
En el orden natural no puede caber la menor duda, puesto que Jesucristo era hombre perfecto y, por tanto, su naturaleza humana tenía virtud propia para producir los actos que le eran peculiares según la misma naturaleza, como el andar, hablar, etc.
         
Y en el orden sobrenatural por lo mismo que estaba lleno de gracia, tenía también una virtud propia aunque gratuita, para realizar los actos de todas las virtudes y, por consiguiente, para iluminar las inteligencias de los demás con la predica­ción de la verdad divina, y el ejemplo de su vida, etc.

La Iglesia enseña : "La humanidad de Cristo, como instrumento unido a la divinidad, es causa física perfectiva de la gracia y de todos los actos sobrenaturales procedentes de ella, y también de todos los milagros".  (doctrina común y probable).
         
Es sentencia común en casi todos los teólogos que la humanidad de Cristo fue el instrumento del Verbo divino para realizar la obra de la Redención. Para entender esta sentencia rectamente, dada la gran importancia de esta cuestión, vamos a establecer los siguientes prenotandos.

A. La humanidad de Cristo puede considerarse de dos maneras:
  • Según su propia naturaleza y virtud.
  • Como instrumento del Verbo, al cual está unida personal­mente.

        
B. La causa perfectiva eficiente puede ser moral (o sea, por vía de mérito, de intercesión, de ruego, etc. ) o física  (si produce su efecto físicamente). Y esta última se subdivide en:
  • Principal, si obra por virtud intrínseca, suficientemente proporcionada al efecto que produce, ejemplo: el pintor con respecto al cuadro.
  • Instrumental, si obra en cuanto movida por la causa principal para la producción de un efecto superior a su propia virtud, ejemplo: el pincel manejado por el pintor.



NOTA:  La causa "principal" es directiva.  La "instrumental" es ejecutiva en la producción del efecto. El instrumento, a su vez, admite una nueva división, según se trate de "un instrumento unido", ejemplo, la mano del escritor con relación a su persona. O de un "instrumento separado", ejemplo, la pluma con que escribe el escritor; estas distinciones son importantes para entender el verdadero sentido y alcance de lo que queremos explicar.  A continuación exponemos un esquema para mejor intelección:



3.12.2. Sagrada Escritura

         
Hay multitud de textos en el Evangelio en los que aparece Cristo actuando con su "contacto físico" o con el "imperio de su voluntad" para la producción de milagros o de efectos sobrenaturales en las almas, ejemplo, el perdón de los pecados. Veamos algunos ejemplos:
  • Mt 8, 15: "Le tomó la mano (a la suegra de Pedro), y la fiebre le dejó".
  • Mt 9, 29-30: "Entonces tocó sus ojos(a los ciegos) diciendo "Hágase en vosotros según vuestra fe. Y se abrieron sus ojos".
  • Lc 6, 19: "Toda la multitud buscaba tocarle, porque salía de El una virtud que sanaba a todos".

         
De la humanidad de Cristo salía físicamente una virtud que producía toda clase de milagros. Unas veces, como en los textos citados, se produce un verdadero contacto físico entre Cristo y sus beneficiados; pero otras muchas ejercía Cristo su causalidad física con solo "el imperio de su voluntad" incluso en ausencia del que recibía el beneficio. He aquí algunos ejemplos:
  • Lc 7, 14-15: "Joven a ti te hablo, levántate. Sentóse el muerto y comenzó a hablar y El se lo entregó a su madre''.
  • Jn 11, 44: "Diciendo esto, gritó con fuerte voz: "Lázaro, sal fuera". Salió el muerto ligado con fajas pies y manos y el rostro envuelto en un sudario. Jesús le dijo: Soltadle y dejadle ir".

         
Con el sólo imperio de su voluntad Cristo curó a distancia (o sea, estando ausente el beneficiado), al siervo del centurión, Mt 8, 5-13.  A la hija de la cananea, Mt 15, 21-28.
         
Consta, pues, en la Sagrada Escritura que Cristo producía toda clase de milagros y de efectos sobrenaturales con el contacto físico, de su humanidad o con el simple imperio de su voluntad. Más adelante explicare­mos cómo en esta última forma se salva perfectamente la "causalidad física instrumental", que, no requiere necesariamente el contacto físico, aunque, aparezca más clara y radiante a través de él.

3.12.3. Magisterio de la Iglesia

         
Este aspecto no lo ha definido expresamente, pero lo enseña en forma equivalente al decir que la carne de Cristo es "vivificante" en cuanto instrumento del Verbo.  He aquí el texto del Concilio de Efeso: "Si alguno no confiesa que la carne del Señor es vivificante y propia del mismo Verbo de Dios Padre, sino de otro fuera de El, aunque unido a El por dignidad, o que sólo tiene la inhabitación divina; y no, más bien, vivificante, como hemos dicho, porque se hizo propia del Verbo, que tiene poder de vivificarlo todo, sea anatema". Denz 123
         
Pío XII, confirmó plenamente esta doctrina en su magnífica encíclica sobre el Corazón de Jesús, he aquí sus palabras: "El Corazón sacratísimo de Jesús, copartícipe tan íntimo de la vida del Verbo encarnado fue, por esto mismo, asumido como instrumento unido de la divinidad, no menos que los otros miembros de la naturaleza humana, para el cumplimiento de todas sus obras de gracia y de omnipotencia".

3.12.4. Argumento teológico

         
Pueden señalarse los siguientes argumentos:
  • La humanidad de Cristo cooperó físicamente a la redención del Género Humano sufriendo los terribles dolores de la cruz.  Es muy justo y razonable que Dios la asociara también físicamente a la aplicación gloriosa de los frutos de la redención: gracia, justificación, milagros.
  • Mediante las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo, o a base de una moción divina transeúnte, Dios eleva el entendimiento y la voluntad del hombre para la producción física de efectos sobrenaturales que trascienden infinitamente sus fuerzas puramente naturales. En este caso, ¿Va a ser de peor condición la humanidad de Cristo, unida personalmente al Verbo, que el entendimiento y la voluntad de un hombre cualquiera?.
  • Según la sentencia de la mayor parte de los teólogos, mucho más probable que su opuesta, los sacramentos producen físicamente la gracia en el que los recibe con las debidas disposiciones. Ahora bien, si los sacramentos, que son los instrumentos separados de Cristo (como la pluma del escritor), producen físicamente la gracia, con mayor razón la producirá también físicamente su humanidad santísima, que es el instrumento unido al mismo Verbo de Dios.

         
Estos argumentos son convincentes, y también nos preguntamos: ¿Hasta dónde se extiende esta virtud instrumental de la humanidad de Cristo? Sto. Tomás contesta que la producción de todos los efectos sobrena­turales y milagros ordenados al fin de la encarnación, o sea, a todos los efectos de la economía de la salvación: "Considerada, la humanidad de Cristo, en cuanto instrumento del Verbo unido a ella, estuvo dotada de una potencia instrumental capaz de producir todas las inmutaciones milagrosas ordenadas al fin de la encarnación, que es "restaurar todas las cosas (en Cristo) las del cielo y las de la tierra". Efes  l, 10.

         
En conclusión: la eficiencia de la humanidad de Cristo es eficiencia física, que consiste en que la humanidad de Cristo, como instrumento del Logos divino, produce por sí misma un determinado efecto sobrenatural con la virtud recibida del Logos, al que está unida hipostáticamente. Es por lo tanto eficiencia física y no solamente moral. 




Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.
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Historia de la Salvación: 6° Parte - La historia de Moisés



P. Ignacio Garro, S.J.
SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE AREQUIPA


4. MOISÉS


4.1. LA FORMACIÓN DEL PUEBLO DE ISRAEL. ÉXODO. UNIÓN DEL ÉXODO CON ABRAHÁN

Después de haber recogido el Génesis las distintas tradiciones sobre la aventura religiosa de Abrahán pasa, sin detenerse, al depositario de las promesas Isaac, Gen 25, 19-26, a exponer la accidentada vida de Jacob Gen 27 al 36, en quien se muestra la libertad de los planes de Dios al elegir a quienes quiere, prefiriendo el hijo menor al mayor, (caso de Jacob y Esaú) Gen 26, 24. Y termina con la historia de José, del 37 al 50, envidiado y vendido por sus hermanos, y al final salvador del pueblo de Dios, al llegar a ser primer ministro del faraón de Egipto. Así el Génesis presenta a los descendientes y herederos de la promesa hecha a Abrahán y repetida a Isaac y a Jacob, instalados y sedentarios en Egipto.


4.2. EL ÉXODO Y LA HISTORIA
         
Ya sabemos que en la historia de Moisés el relato Yahvista y el Elohista han sido elaborados bajo un influjo sacerdotal.  El ciclo de la narración de la historia de Moisés ha recibido de un redactor del S.V.  a de Cristo la forma que se encuentra actualmente en la biblia hebrea.    
         
Entre Moisés, que vivió en el S. XIII, a de Cristo, y el autor yahvista, que escribe en el S. X, a de Cristo, se abre un abismo de trescientos años, mientras que el redactor final de la historia, S. V, a de Cristo, ha vivido ochocientos años después de Moisés.  A lo largo de este tiempo y de la transmisión oral han podido añadirse detalles y sin embargo todo esto no se puede negar la historicidad del documento.  Este fondo histórico lo podemos resumir así:
         
Algunos descendientes de Jacob (Israel), se vieron obligados a bajar a Egipto en momentos de hambruna en busca de pastos y de alimentos.  Este descenso se explica perfectamente a la luz de los documentos extrabíblicos que atestiguan una penetración de pueblos semitas, nómadas en Egipto, a principios del S. XVIII, (hacia 1700), la emigración revistió caracteres de invasión, ya que dichos pueblos conquistan Egipto, estableciendo en él un imperio que se prolonga casi por dos siglos, (de 1700 a 1500).  A tales pueblos se les conoce con el nombre de: "Hyksos".  Hacia 1570 los hyksos son expulsados por los egipcios. La situación cambia automáticamente para todos aquellos pueblos que se habían acogido a la sombra de los dueños anteriores.
         
La singularidad de los descendientes de Jacob, su emparentamiento con los hyksos, la necesidad y preocupación de los egipcios por evitar un enemigo dentro de las propias fronteras en casos de nuevas invasiones de pueblos asiáticos, la necesidad de una abundante mano de obra para las grandes construcciones de los faraones de la nueva dinastía, podrían ser las causas políticas de una serie de medidas opresoras que convierten a los pastores descendientes de Jacob, en esclavos del faraón.
         
Los descendientes de Jacob añorarían sin duda el período aún no lejano en que sus antepasados conducían sus rebaños a pastos abundantes en plena libertad. Surgiría en ellos el deseo de una liberación; de volver a disfrutar nuevamente de aquella libertad.  Éxodo 1. 8‑14: "Pusieron capataces para oprimir más a los israelitas, para oprimirlos con duros trabajos ... ". "Y redujeron a cruel servidumbre a los hijos de Israel les amargaron la vida con rudos trabajos de arcilla y ladrillos ...". Portavoz de ese anhelo de liberación es Moisés.  Hijo de Israel.


4.3. VIDA DE MOISÉS
         
Según los datos que nos suministra la Biblia, la vida de Moisés se desarrolla de la siguiente manera:
  • Ex 2, 1‑4.‑ Nacimiento de Moisés, colocado a orillas del río Nilo en una cesta de mimbre y betún.
  • Ex 2, 5‑11.-  Educación en la corte del Faraón.
  • Ex 2, 11‑15.‑ Huida a Madián. Matrimonio con Séfora.
  • Ex 3, 1‑15.‑ La teofanía de la zarza ardiendo. Vocación y Misión de Moisés.
  • Ex 5, 1‑12.‑ Moisés acompañado de Aarón va ante el Faraón.  Las diez plagas sobre Egipto. Institución de la Pascua.
  • Ex 12, 37 y s.s.‑ Éxodo de Egipto.  Peregrinación por el desierto. Teofanía en el Sinaí, la LEY de DIOS: los 10 Mandamientos.
  • Num 10, 11.‑ Partida del monte Sinaí.
  • Num 22, 1 s.s.‑ Llegada al país de Moab.
  • Deut  34, 1‑6.‑ Muerte de Moisés.


4.4. LA ESCLAVITUD ES EL PECADO
         
A lo largo de la transmisión, las tradiciones sobre la permanencia en Egipto se fueron enriqueciendo con la comprensión del sentido de lo ocurrido.  En la amalgama de tradiciones que nos reúnen los primeros capítulos del libro del Éxodo, se encuentra ya una interpretación profunda de la opresión allí sufrida por los antepasados de Israel: "Pasado mucho tiempo, murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel seguían gimiendo bajo dura servidumbre, y clamaron, sus gritos arrancados por la servidumbre subieron hasta Dios.  Dios oyó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abrahán , Isaac, y Jacob.  Miró Dios a los hijos de Israel y los atendió", Ex 2, 23‑25.
         
Estos versículos sugieren que durante la estancia de los israelitas en Egipto ha habido una cierta ausencia de Dios.  Probablemente los israelitas, al contacto con los egipcios, se han olvidado del Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, adorando a los dioses de Egipto.  Manifestación sensible de ese alejamiento del Dios de los padres es la caída en la opresión.  La dureza de ésta remueve los sentimientos más profundos del pueblo elegido y al caer en la cuenta de su apartamiento de Dios, claman nuevamente a El.  Los gritos del pueblo son señal de su vuelta a Dios, al Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, esto es una señal de conversión.  Estos gritos suben a la presencia de Dios, que sale al encuentro del pueblo oprimido: "mira y atiende", mirada y atención que son garantía de que la salvación ya está en marcha.


4.5. MOISÉS EL LIBERTADOR
         
La visita salvadora de Dios a su pueblo se va a encarnar en un hombre: Moisés. Circunstancias providenciales le han preparado inmejorablemente para el cumplimiento de esta misión que se le va a encomendar.
         
Moisés es hebreo de nacimiento pero egipcio de educación, educado esmeradamente en la corte del faraón será el hombre ideal para salvar al pueblo de Dios de la ignominiosa esclavitud, Ex 2, 1‑10. Llegado a la edad adulta, Moisés siente la llamada de la sangre Ex 2, 11-12, se solidariza con su propio pueblo oprimido.  Esta solidaridad le obliga a huir al desierto,  Ex 2, 15.
         
En la soledad terrible del desierto y en un clima lleno de recogimiento religioso Moisés se encuentra con Dios que se le revela en la zarza ardiente y que no se consume Ex 3, 1‑6.  Dios le llama por su nombre desde la zarza, le hace sentir su "santidad" y la distancia que les separa, y le da a conocer sus planes sobre la liberación del pueblo y sobre su misma persona: "Ve, pues, yo te envío al faraón, para que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel de Egipto",  Ex 3. 1.
         
Toda la estructura de la vocación de Moisés, Ex 3, 7, s.s, está concebida para dar a entender que la obra por él realizada se debe exclusivamente a la iniciativa y al mandato de Dios.  Moisés busca y alega razones humanas para no seguir la llamada de Yahvé y dice: "Quién soy yo para ir al faraón y sacar a los hijos de Israel de Egipto?", Ex 3,11. "No van a creerme, no van a escucharme", Ex 4, 1. "No soy un hombre de palabra fácil", Ex 4, 10.
         
Esta serie de indecisiones de parte de Moisés indican la incapacidad del hombre para llevar a cabo la obra de la salvación que Dios le encomienda. Y todas las respuestas de Dios a esas indecisiones recalcan la realidad que quien salva es Dios. Él tiene la iniciativa y llama a Moisés desde la zarza ardiente y le dice: "he visto la aflicción de mi pueblo, ... y he bajado para liberarle,... ve, pues, yo te envío, ...", Ex 3, 7-10. Dios mismo es la garantía de Moisés, y garantía también de la misión que le encomienda, a la vez, le dará la capacidad para ir al faraón y sacar al pueblo de Israel de la opresión, pues: "yo estaré contigo", Ex 3, 12.
         
El mismo nombre de Dios: YHVH = "Yo soy, el que soy", que se le revela como: "el que da la vida", el que hace el ser, el eternamente vivo y eternamente presente y actuante, será la garantía para el pueblo, Ex 3, 14. Un Dios, que cuando decide actuar, actúa; cuando se decide a dar la vida, la da; cuando se decide a salvar, salva. Con la garantía de que es Dios quien salva, y  que la debilidad humana hará brillar el poder de Dios, Moisés acepta ser instrumento humano de liberación. La misión que se le encomienda no es nada fácil. Tendrá que volver para enfrentarse con el faraón, de quien por temor huyó. Se encontrará, como se temía, con la incredulidad de su propio pueblo, Ex 5, 20-21. Tendrá que soportar, incluso, la ausencia de Dios: "Señor, ¿por qué castigas a este pueblo?". "¿para qué me has enviado?". "Desde que fui al faraón para hablarle en tu nombre, maltrata al pueblo, y tú no haces nada para librarle", Ex 5, 22-23.
         
Esta es la prueba de la fe, en la que no hay más garantía que la seguridad de la presencia de Dios: "Yo estaré contigo". La última palabra de Moisés es la obediencia, la aceptación en la fe de la dolorosa misión del libertador: "Moisés y Aarón hicieron lo que Yahvé les mandó, tal cual se lo mandó, así lo hicieron", Ex 7, 6.


4.6. MOISÉS ANTE EL FARAÓN

Sorprende ver cómo Moisés se convierte en una especie de mago que realiza obras de magia y cosas fantasiosas ante el Faraón. Durante sus intervenciones, aparece con frecuencia el cayado como símbolo del pastor, y cómo con el cayado realiza prodigios extraordinarios. Con motivo de las plagas, del paso del mar Rojo, es el cayado el que opera el prodigio, Ex 7, 8-13. ¿No pudiera con ello simbolizar que Dios se sirvió de un pastor para forjar un pueblo?.
         


En todo caso lo que se intenta demostrar es que Moisés es mucho más poderoso que los magos de la corte del faraón, estos eran capaces de poner una serpiente real en erección vertical rígida, dando la sensación de ser un auténtico cayado, pues bien, Moisés es capaz de convertir un cayado de madera en una serpiente real, cosa que no pueden hacer jamás los magos egipcios. Así queda demostrada y realizada al máximo la fuerza del portavoz divino. Con estas apreciaciones el escritor sagrado pretende garantizar que Yahvé es mucho más fuerte que toda la magia egipcia.
         
El mismo criterio se puede aplicar al tema de la lepra Ex 4, 6-7. La lepra era una enfermedad cuyo origen se asignaba a la divinidad. Sólo los dioses eran capaces de curarla. Moisés comprende simbólicamente que Yahvé en un momento puede erradicar ese mal tan terrible. Ambos eventos simbólicos dicen clara relación a las plagas que en breve tiempo asolarán el país de los faraones, Ex 4, 9.
         
Moisés contará también con la asistencia de su hermano Aarón. El será su intérprete. La fuerza de Yahvé se manifestará a través de Moisés, siendo en cambio su hermano Aarón quien  tome la palabra. Moisés con toda esta serie de garantías toma confianza y está seguro de que no puede fracasar, así se lo garantiza la asistencia de Yahvé. Este con su brazo poderoso doblegará la oposición del faraón opresor. ¿Qué debe hacer Moisés?. Simplemente, advertir al faraón de las decisiones salvadoras de Yahvé con relación a su pueblo. El faraón se negará, no importa, el proceso liberador está ya en marcha, nadie puede contener al Dios liberador ni el propio faraón. Yahvé, para castigar la dureza de corazón del faraón, utiliza las 10 plagas de Egipto y así liberar portentosamente a su pueblo.


4.7. LAS 10 PLAGAS DE EGIPTO
         
Si el faraón Ramsés II (1301-1234) a.d.C, fue el faraón de la opresión, el flagelo de las 10 plagas cayó sobre los egipcios bajo el gobierno de sus sucesor Merneptah (1234-1220), a.d.C. Mientras que por mucho tiempo las plagas de Egipto han sido consideradas como recursos literarios o amplificaciones dramáticas; hoy hay muchos estudiosos bíblicos que las consideran auténticamente históricas.
         
Nosotros podemos decir de las plagas de Egipto que fueron fenómenos naturales de los cuales se sirvió Dios para realizar la protección de su pueblo oprimido y abrirle así el camino de la libertad. En orden a clarificar lo razonable de esta hipótesis, parece oportuno ir analizando cada una de las 10 plagas, proyectando sobre cada una de ellas la acción divina de Dios y viendo en ellas un milagro teniendo como base un intento de interpretación en un fenómeno natural, tal como algunos estudiosos las suelen presentar.

1. El agua del Nilo se convierte en sangre:  Ex 7, 14-25

Este fenómeno ocurre, a veces en el mes de agosto. Al desencadenarse en los montes de Abisinia tormentas descomunales, las aguas arrastran por el río Nilo infinidad de microorganismos llamados "euglena sanguinea" o "hematococus pluvialis", los cuales, dado su color rojizo, infunden en el agua una nueva tonalidad rojiza. Esto acompañado del barro formado por el violento correr de las aguas, hace que el río Nilo ofrezca a la vista un color rojizo muy fuerte, en contraste con las aguas claras y limpias de la época normal.

2. Las  ranas. Ex 7, 26-28
         
El desbordamiento de las aguas barrosas hace que las ranas de las acequias y canales se alejen y vayan a refugiarse en la humedad y frescor de las casas. Sin embargo, estas ranas, afectadas por un virus, el  "bacillus antracis", poco tardan en morir, por lo que muy pronto se convierte en un foco de putrefacción.

3. Los mosquitos. Ex 8, 12-15
         
Los antiguos pensaban que los mosquitos nacían por generación espontánea. Lo cierto es que, tras una descomunal inundación, conforme las aguas iban decreciendo, se iba formando una masa espesa de barro. Ello favorecía la pululación de mosquitos, que se convertían a su vez en un foco de infección, pues transmitían los virus formados por otros animales muertos previamente a causa de la misma inundación.

4. Los tábanos. Ex 8, 16-28
         
Con el descenso de las aguas se multiplica de forma voraz la famosa mosca llamada "stomoxy colcitrans", una especie de mosca subtropical, que suele picar a los animales e incluso a los seres humanos. Aparece con rapidez para desaparecer sin dejar huella. Este animal siempre ha sido transmisor de enfermedades. Esta peste siempre fue muy temida en la antigüedad.

5. Muerte del ganado. Ex 9, 1-7
         
Al salir los animales al campo, contraen el "bacillus antracis" que antes afectara a las plantas, como consecuencia de la putrefacción de las ranas. Murieron todos los ganados de los egipcios, los  israelitas al tener sus ganados en sus casas y no saliendo de sus casas liberaron sus ganados de la peste, acusando fuertemente los egipcios este golpe de la muerte de sus mejores ganados.

6. Las pústulas. Ex 9, 8-12
         
Pústulas, o úlceras epidérmicas, vienes provocadas por la mosca "stromoxys calcitrans". Esta afecta a las personas y a los animales en los establos. Puede tratarse de inflamaciones cutáneas y de enfermedades de la piel. Siempre fueron consideradas por los egipcios como enfermedades muy peligrosas.

7. El granizo. Ex 9, 13-35
         
Esta tempestad de granizo es posible en cualquier época del año. Sin embargo, lo más frecuente es que se dé al comenzar la primavera. Sobre todo tras las inundaciones del río Nilo que provocan cambios bruscos atmosféricos. Estas granizadas arrasan por completo todas las cosechas del campo y cuando el granizo asola toda el terreno, los habitantes del lugar lloran por anticipado la ausencia de la cosecha.

8. Las langostas. Ex 10, 1-20
         
En los años húmedos suelen emigrar de Arabia a Egipto cantidades enormes de langostas silvestres, empujadas favorablemente por el viento del este. A veces, es tal la cantidad de estos insectos que ocupan en el espacio del cielo 30 kilómetros de largo por unos 10 kilómetros de ancho, siendo de 200 a 300 kilómetros cuadrados los que quedan cubiertos por estas langostas cuando se posan en el suelo. Como es de suponer, semejante cantidad de animales voraces asolan con todos los productos de la tierra agrícola, causando verdadero pavor entre los agricultores.

9. La tinieblas. Ex 10, 21-28
         
El desbordamiento de las aguas suele dejar un sedimento espeso de tierra rojiza y polvorienta que se levanta cuando se deja sentir el primer viento procedente del desierto, allá por el mes de marzo. Este viento fuerte, a veces huracanado, levanta masas enormes de polvo dejando la claridad del día en casi oscuridad. Todavía, hoy día, los árabes temen esta especie de tempestades de aire caliente, espeso, procedente del desierto.

10. La muerte de los primogénitos. Ex 12, 29-30
         
Es la más difícil de explicar desde el punto de vista de un fenómeno de la naturaleza. Pudo ser que murieron los niños indefensos entre tanta tragedia y por la peste. Pudo Dios permitir que así fuera.
         
Con relación a esta descripción de las 10 plagas que acabamos de efectuar nos preguntamos acerca de la interpretación que se da a estas plagas. Lo primero que decimos es por qué influyeron tan poderosamente en el ánimo del faraón, hombre fuerte y aguerrido. Probablemente la inaudita intensidad de estos fenómenos naturales y la época insólita en que acaecieron constituyeron signos con que Yahvé manifestó verdaderamente su  poder. Un milagro para ser milagro, no debe, necesariamente, violar las leyes de la naturaleza de modo que los hombres perciban aterrados su presencia y su intervención divina. Cualquiera que sea la explicación de las 10 plagas de Egipto hay que verlas como las vio el pueblo de Israel, como una intervención del brazo fuerte y mano poderosa de Yahvé en favor de su pueblo.


4.8. LA PASCUA: ÉXODO. CAPÍTULOS 11 Y 12
         
La muerte de los primogénitos egipcios va unida a la Pascua y constituye el comienzo de la salvación. Yahvé, por medio de su "ángel", pasa (pascua) por la tierra de Egipto, y realiza en ella un juicio: la muerte de los primogénitos de Egipto. Al mismo tiempo "pasa de largo" por delante de las casas de los israelitas que han marcado con la señal de la sangre del cordero sobre el dintel de la puerta.
         
La visita exterminadora de Yahvé ha sido un juicio de condenación para el pueblo egipcio por la terquedad del faraón, y sin embargo la misma visita del "ángel" es una señal de bendición para el pueblo israelita.
         
El faraón con su poder, su terquedad y su arrogancia han recibido el castigo de Dios por su pecado: no querer dar libertad al pueblo israelita. Este pueblo estaba abocado al exterminio y si no lo fue era debido a la señal de la sangre del  cordero, como signo de benevolencia y protección de Dios para con su pueblo elegido, en virtud de las promesas hechas a sus antepasados, Ex 3, 13-22.
         
Ante esta suprema intervención del poder de Dios, el faraón, vencido, deja salir al pueblo israelita al desierto: "Aquella noche llamó el faraón a Moisés y a Aarón y le dijo: "Id, salid de en medio de nosotros, vosotros y los hijos de Israel, e id a sacrificar a Yahvé como habéis dicho. Idos y dejadme", Ex 12, 31-32.
         
Este acontecimiento ha sido siempre unido a la fiesta israelita de la Pascua, fiesta que es de origen semita, nómada, pastoril, anterior por consiguiente a la salida de Israel de la esclavitud de Egipto. En esta fiesta se inmola un cordero macho, de un año, sin defecto, es un ofrecimiento de las primicias de los animales para asegurar la bendición de Yahvé sobre el año nuevo. Esta fiesta en Israel cambia de signo, pasa a conmemorar no el comienzo de un año nuevo, sino la memoria de la liberación de Israel de la opresión de los egipcios. La sangre del cordero, es la que ha librado al pueblo del exterminio de Dios, y desde entonces el pueblo israelita celebra, año tras año, de generación en generación, la inmolación del cordero pascual en recuerdo de lo que Yahvé hizo en favor de su pueblo, Ex 12, 26-27.

No debe olvidarse que Moisés no había sido el primero en celebrar la Pascua, sino que esta fiesta era muy antigua, unida muy probablemente a Abrahán, Isaac y a Jacob por ser fiesta nómada o pastoril. Se celebraba en primavera durante el mes de Abril. Ex 13, 4, llamado “Nissan”, en el período postexílico y que debe de colocarse entre la mitad de marzo y la mitad de abril.  Consistía en el sacrificio primaveral del cordero esta fiesta se unió a otra fiesta de tipo agrícola era la ofrenda de la primera cosecha de trigo, es decir, el pan ácimo (massot).  Antes de comenzarse la nueva recolección de los frutos se consumían las provisiones de trigo para que a la nueva cosecha no la profanase el contacto de la precedente.

         
Así la Pascua de los pastores, el cordero, y la fiesta de la recolección de los agricultores, el pan ácimo,  se unieron en una sola fiesta la Pascua judía, y constituían las fiestas típicas de una religión natural, ligada a los ciclos estacionales. Moisés relacionó estas dos fiestas con el suceso histórico del éxodo de Egipto y bajo el título de "Pasach", o Paso del Señor, recibieron un significado religioso, que las introdujo en la historia de la salvación. 



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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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