Historia de la Devoción al Corazón de Jesús en el Perú - 11° Parte: Progresos de la Devoción

+P. Rubén Vargas Ugarte S.J.

4. PROGRESOS DE LA DEVOCIÓN

4.1. El P. Baltazar de Moncada y la Casa de Ejercicios del Sagrado Corazón para señoras nobles, en 1752

En Lima, el P. Baltazar de Moncada que en Quito, en su calidad de Provincial, había dado favor a cuantos se esforzaban por extender la devoción, llevó a cabo una obra más sólida y duradera. Era esta la Casa de Ejercicios para señoras nobles, conocida hasta hoy con el título de Casa de Ejercicios del Sagrado Corazón, porque estuvo a Él dedicada, como puede verse en la misma fachada del edificio, en la parte central de imafronte, donde en un nicho se ve un corazón en relieve con la cruz sobrepuesta. El 25 de agosto de 1752, se celebra en su capilla, muy devota y bastante capaz, la primera misa, con aprobación del Arzobispo D. Pedro Antonio Barroeta. Se hizo posible su fábrica con la eficaz cooperación de la ilustre señora Doña María Fernández de Córdova, viuda de Don Alonso Calderón de la Barca. La cual, fuera de invertir una gruesa suma en la construcción, la dotó de rentas bastantes para su sostenimiento. La casa como su nombre lo indica, estaba destinada a dar los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y a formar, por tanto, a las que los hiciesen en la sólida piedad. El P. Moncada compuso para este fin un Directorio que remitió a Roma para su aprobación y personalmente dirigió muchas veces a las que allí se retiraban por unos días.

La casa y todo cuanto había en ella se entregó a la compañía, la cual administraba también las rentas que la fundadora le había señalado. Pasaban de 300 las señoras que hacían en ella los Ejercicios cada año y el fruto se dejó sentir pronto en Lima. Al ser expulsada la Compañía en 1767, las autoridades del Virreinato se incautaron de este domicilio como de todos los demás que poseían los Jesuitas en el Perú, pero como aún vivía la fundadora, ésta reclamó lo que en cierto modo podía considerar como suyo y, en el año 1770, se resolvió entregarle la casa para que se lograsen los fines para que había sido fundada, pero el Gobierno se reservó el derecho de nombrar capellán, de acuerdo con el Arzobispado. No nos detendremos a hacer la historia de ella pues en las páginas de El Mensajero lo hemos hecho hace algún tiempo, pero sí conviene hacer constar que tanto entonces como después, gracias al celo de capellanes, como Don Mateo Aguilar y Don Amador Sotomayor, se distinguió esta casa en fomentar la devoción al Corazón de Jesús, entablando la comunión de los primeros viernes de mes, la novena preparatoria para la fiesta y otros ejercicios con el indicado fin.


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