Evangelio según San Juan

P. Fernando Martínez Galdeano, S.J.


Un evangelio diferente

El cuarto evangelio es muy diferente a los evangelios sinópticos. En una comparación sencilla podemos observar que este evangelio no hace mención del nacimiento de Jesús, ni de su bautismo y tentaciones; apenas nada de la última cena (eucaristía) y Getsemaní; ninguna alusión a la ascensión. Omite toda curación y signo de liberación de espíritus malignos, y no contiene parábolas al estilo de los sinópticos. En éstos, Jesús habla de forma sencilla y breve. Muy al contrario, Juan en su evangelio, pone en boca de Jesús discursos que ocupan hasta un capítulo entero o incluso más. Estas y otras diferencias notorias y evidentes entre el evangelio de Juan y los otros tres obligan a tratar de responder a este pregunta: ¿Con qué fin escribió Juan su evangelio?

Pero es precisamente el mismo evangelista quien cuida de explicarnos al final lo que él ha pretendido al escribir su evangelio: "Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido narrados para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que creyendo, y gracias a él, tengáis vida eterna" (20,30s)


Acerca de su redacción

Parece ser que el cuarto evangelio fue escrito en la ciudad de Efeso (Asia Menor), más o menos hacia el año 100 d.C. Para esa fecha los miembros de la Iglesia procedían en su mayor parte del paganismo dominante. Los provenientes del judaísmo eran ya una clara minoría. Los evangelios sinópticos, particularmente los de Mateo y Marco, habían sido redactados según la forma de pensar judía. Desde el punto de vista de la cultura griega, la afirmación de que Jesús era Hijo de David, de que era el Mesías, de que su venida sería en forma apocalíptica, etc., todo ello no era comprensible para la mentalidad griega.

Sin embargo, esta misma cultura griega estaba muy familiarizada con el concepto filosófico del "logos". Esta palabra podía significar dos cosas: palabra o razón. Para ellos, la aguda mente de Dios, el "Logos" producía las leyes de la naturaleza, y también el que el hombre pudiera pensar y hasta razonar. Para este Juan el evangelista, Jesús es el "logos" encarnado. Con ello, él aproximaba de un modo inteligente, la buena nueva al pensar griego.

Además, los griegos distinguían entre dos mundos: Este material, en el cual vivimos, que tiene muchas cosas buenas pero también no pocos defectos; y un mundo invisible, el mundo de las ideas, que era el mundo verdaderamente "real", y éste era el perfecto porque brotaba directamente de la mente de Dios. ¿Cómo llegar y alcanzar ese mundo real? Para el evangelista, Jesús es la realidad verdadera que ha bajado a la tierra. Jesús nos permite ver la realidad auténtica que pertenece a Dios.

Todo ésto no significa que Juan hiciera caso omiso de las influencias locales de origen judío. Al contrario, su conocimiento de las costumbres, fiestas, geografía, de los conflictos peculiares de aquella sociedad, y por supuesto, de la palabra de Dios en el Antiguo Testamento; todo ello está presente en el evangelio de Juan, pero no es lo determinante.

En los tiempos en los que se redactó el cuarto evangelio aparecían ya en el seno de las iglesias cristianas, tendencias erróneas que confundían y desfiguraban el misterio de la misma persona de Jesucristo. El es el único salvador y señor. ¡Sólo él salva!

Entre los cristianos judíos había algunos que exaltaban sobre toda la personalidad de Juan Bautista confiriéndole un puesto que a juicio del evangelista correspondía a Jesús. El cuarto evangelio trata de poner a Juan Bautista en su debido lugar y a Jesús en el puesto más elevado.

Por otra parte, los llamados "gnósticos" sostenían y defendían que Dios nada tenía que ver con la creación del mundo. Frente a ellos, Juan insiste en la doctrina cristiana de que Dios hizo al mundo y que su presencia perdura y se refleja en él. Algunos de los gnósticos sostenían que Jesús era un ser humano intermedio (como si fuera un eslabón viviente) entre Dios y el mundo; y otros de entre ellos afirmaban que Jesús no podía haber tenido un cuerpo material; y no faltaban quienes aceptaban que Jesús había tenido un cuerpo pero que el espíritu de Dios le había abandonado en su pasión y muerte. Estas doctrinas no aceptaban en realidad que Jesús fuera Dios ni tampoco que fuera un verdadero hombre.

CUANDO TODAS LAS COSAS COMENZARON, YA EXISTÍA AQUEL QUE ES LA PALABRA. Y AQUEL QUE ES LA PALABRA VIVÍA JUNTO A DIOS Y ERA DIOS. JUNTO A DIOS VIVÍA CUANDO TODAS LAS COSAS COMENZARON. TODO FUE HECHO POR MEDIO DE ÉL Y NADA SE HIZO SIN CONTAR CON ÉL. CUANTO FUE HECHO ERA YA VIDA EN ÉL, Y ESA VIDA ERA LUZ PARA LOS HOMBRES; LUZ QUE RESPLANDECE EN LAS TINIEBLAS Y QUE LAS TINIEBLAS NO HAN PODIDO SOFOCAR (Jn 1,1-5)


¿Quién fue su autor?

La tradición cristiana ha venido sosteniendo de forma unánime que su autor fue el apóstol san Juan, el hijo menor de Zebedeo quien poseía una barca con gente a jornal dedicada a la pesca (Mc 1,19-20). Su madre era Salomé, y parece probable que ella pudiera ser la hermana de María, la madre de Jesús (Mt 27,56 y Mc 16,1). Siguió Juan a Jesús, junto con su hermano Santiago (Mc 1,20). Pareciera que ambos estaban asociados con Pedro en el trabajo de la pesca junto al lago (Lc 5,7-10). Los tres constituían el grupo y círculo de discípulos más cercano y próximo a Jesús. Estos dos hermanos Zebedeos, Santiago y Juan, recibieron el nombre sobre añadido de "Boanerges" que se suele traducir por los "hijos del trueno". Tal apodo no está indicando su forma de ser impositiva, apasionada e intolerante. Eran también ambiciosos y con desmedidas ganas de mandar (Mc 10,37; Mt 20,21). Juan aparece siempre en el libro de los Hechos, como compañero de Pedro, en actitud de aprender por ser el más joven de todos.


"EL VERBO" (LA PALABRA): San Juan, en su prólogo a su evangelio, dice así: "Al principio era la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios". (Jn 1,1). Significa que Dios es un ser que es fuerza de expresión de sí mismo. Pertenece ello al misterio de quien es por esencia una relación de amor; un amor que es luz para quienes le perciben (que da sentido) y que es vida para quienes le acogen. "La Palabra" se encarnó: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14) "Todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto llegó a existir. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres" (Jn 1,3-4)
El hombre, por tanto, ha sido creado con la finalidad de recibir libremente la vida que sólo Dios tiene. En su raíz humana Dios ha dejado su huella. Está llamado por creación a ser hijo de Dios. Sin embargo, en el prólogo se insiste en el rechazo a esa luz y la preferencia por el "mundo", por las tinieblas. Jesús supera y vence a la muerte (signo de rechazo de los hombres), pero en ella nos muestra el camino del Padre. Es la hora gloriosa de Jesús.



Agradecemos al P. Fernando Martínez, S.J. por su colaboración.
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