Homilía: Un pueblo pobre y humilde - 4º Domingo TO (A)


Nuestro Director, el P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J. nos comparte su homilía que se centra en las Bienaventuranzas.

Los Hechos de los Apóstoles: La conversión de San Pablo


El P. Fernando Martínez, S.J. continúa con su estudio y en esta entrega nos comparte la conversión de San Pablo.

El Matrimonio: un llamado a la santidad, 1º Parte


El P. Vicente Gallo, S.J. nos comparte un nuevo tema y en esta primera entrega nos muestra un ejemplo de santidad en el matrimonio.

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos


El Papa Benedicto XVI en su Audiencia nos comparte su mensaje para la semana de oración que se realizó del 18 al 25 de enero del 2011.

San Pablo Miki, S.J. y sus compañeros mártires


San Pablo Miki S.J., y sus compañeros mártires son un ejemplo del trabajo misionero que se desarrolló en Japón en el siglo XVI. Compartimos esta semblanza con motivo de su fiesta el 6 de febrero.

Sociedades Secretas: Masones - 6° Parte, Síntesis doctrinal de la masonería


El P. Ignacio Garro, S.J. concluye su estudio de los masones con una síntesis.

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

AUDIENCIA GENERAL
DE S.S. BENEDICTO XVI

Sala Pablo VI

Miércoles 19 de enero de 2011
[Vídeo]


Queridos hermanos y hermanas:

Estamos celebrando la Semana de oración por la unidad de los cristianos, en la cual se invita a todos los creyentes en Cristo a unirse en oración para testimoniar el profundo vínculo que existe entre ellos y para invocar el don de la comunión plena. Es providencial que en el camino para construir la unidad se ponga como centro la oración: esto nos recuerda, una vez más, que la unidad no puede ser simplemente producto de la acción humana; es ante todo un don de Dios, que conlleva un crecimiento en la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El concilio Vaticano II dice: «Estas oraciones en común son un medio sumamente eficaz para pedir la gracia de la unidad y expresión auténtica de los vínculos que siguen uniendo a los católicos con los hermanos separados: "Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre —dice el Señor—, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18, 20)» (Unitatis redintegratio, 8). El camino hacia la unidad visible entre todos los cristianos habita en la oración, porque fundamentalmente la unidad no la «construimos» nosotros, sino que la «construye» Dios, viene de él, del Misterio trinitario, de la unidad del Padre con el Hijo en el diálogo de amor que es el Espíritu Santo, y nuestro compromiso ecuménico debe abrirse a la acción divina, debe hacerse invocación diaria de la ayuda de Dios. La Iglesia es suya y no nuestra.

El tema elegido este año para la Semana de oración hace referencia a la experiencia de la primera comunidad cristiana de Jerusalén, tal como la describen los Hechos de los Apóstoles; hemos escuchado el texto: «Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hch 2, 42). Debemos considerar que ya en el momento de Pentecostés el Espíritu Santo desciende sobre personas de distinta lengua y cultura: lo cual significa que la Iglesia abraza desde sus comienzos a gente de diversa proveniencia y, sin embargo, precisamente a partir de esas diferencias, el Espíritu crea un único cuerpo. Pentecostés como inicio de la Iglesia marca la ampliación de la Alianza de Dios a todas las criaturas, a todos los pueblos y a todos los tiempos, para que toda la creación camine hacia su verdadero objetivo: ser lugar de unidad y de amor.

En el versículo citado de los Hechos de los Apóstoles, cuatro características definen a la primera comunidad cristiana de Jerusalén como lugar de unidad y de amor, y san Lucas no quiere describir sólo algo del pasado. Nos ofrece esto como modelo, como norma de la Iglesia presente, porque estas cuatro características deben constituir siempre la vida de la Iglesia. Primera característica: estar unida y firme en la escucha de las enseñanzas de los Apóstoles; luego en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones. Como he dicho, estos cuatro elementos siguen siendo hoy los pilares de la vida de toda comunidad cristiana y constituyen también el único fundamento sólido sobre el cual progresar en la búsqueda de la unidad visible de la Iglesia.

Ante todo tenemos la escucha de las enseñanzas de los apóstoles, o sea, la escucha del testimonio que estos dan de la misión, la vida, la muerte y la resurrección del Señor. Es lo que san Pablo llama sencillamente el «Evangelio». Los primeros cristianos recibían el Evangelio de labios de los Apóstoles, los unía su escucha y su proclamación, puesto que el Evangelio, como afirma san Pablo, «es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rm 1, 16). Todavía hoy, la comunidad de los creyentes reconoce en la referencia a las enseñanzas de los Apóstoles la norma de su fe: por lo tanto, todo esfuerzo para la construcción de la unidad entre todos los cristianos pasa por la profundización de la fidelidad al depositum fidei que nos transmitieron los Apóstoles. La firmeza en la fe es el fundamento de nuestra comunión, es el fundamento de la unidad cristiana.

El segundo elemento es la comunión fraterna. En el tiempo de la primera comunidad cristiana, así como en nuestros días, esta es la expresión más tangible, sobre todo para el mundo externo, de la unidad entre los discípulos del Señor. Leemos en los Hechos de los Apóstoles que los primeros cristianos lo tenían todo en común y quien tenía posesiones y bienes los vendía para repartirlos entre los necesitados (cf. Hch 2, 44-45). Este compartir los propios bienes ha encontrado, en la historia de la Iglesia, modalidades siempre nuevas de expresión. Una de estas, peculiar, es la de las relaciones de fraternidad y amistad construidas entre cristianos de diversas confesiones. La historia del movimiento ecuménico está marcada por dificultades e incertidumbres, pero también es una historia de fraternidad, de cooperación y de compartir humana y espiritualmente, que ha cambiado de manera significativa las relaciones entre quienes creen en Jesús, nuestro Señor: todos estamos comprometidos a seguir por este camino. El segundo elemento es, pues, la comunión, que ante todo es comunión con Dios mediante la fe; pero la comunión con Dios crea la comunión entre nosotros y se expresa necesariamente en la comunión concreta de la que hablan los Hechos de los Apóstoles, es decir, el compartir. Nadie en la comunidad cristiana debe pasar hambre, nadie debe ser pobre: se trata de una obligación fundamental. La comunión con Dios, realizada como comunión fraterna, se expresa, en concreto, en el compromiso social, en la caridad cristiana, en la justicia.

Tercer elemento: en la vida de la primera comunidad de Jerusalén era esencial el momento de la fracción del pan, en el que el Señor mismo se hace presente con el único sacrificio de la cruz en su entrega total por la vida de sus amigos: «Este es mi cuerpo entregado en sacrificio por vosotros... Este es el cáliz de mi sangre... derramada por vosotros». «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia» (Ecclesia de Eucharistia, 1). La comunión en el sacrificio de Cristo es el culmen de nuestra unión con Dios y, por lo tanto, representa también la plenitud de la unidad de los discípulos de Cristo, la comunión plena. Durante esta Semana de oración por la unidad se siente de modo especial la aflicción por la imposibilidad de compartir la misma mesa eucarística, signo de que todavía estamos lejos de la realización de la unidad por la que Cristo rezó. Esta dolorosa experiencia, que también confiere una dimensión penitencial a nuestra oración, debe llegar a ser motivo de un compromiso todavía más generoso por parte de todos, a fin de que, al quitar los obstáculos a la comunión plena, llegue el día en que será posible reunirse en torno a la mesa del Señor, partir juntos el pan eucarístico y beber del mismo cáliz.

Por último, la oración —o, como dice san Lucas, las oraciones— es la cuarta característica de la Iglesia primitiva de Jerusalén descrita en el libro de los Hechos de los Apóstoles. La oración es desde siempre la actitud constante de los discípulos de Cristo, lo que acompaña su vida cotidiana en obediencia a la voluntad de Dios, como nos lo muestran también las palabras del apóstol san Pablo, que escribe a los Tesalonicenses en su primera carta: «Estad siempre alegres, sed constantes en orar, dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros» (1 Ts 5, 16-18; cf. Ef 6, 18). La oración cristiana, participación en la oración de Jesús, es por excelencia experiencia filial, como lo confirman las palabras del Padrenuestro, oración de la familia —el «nosotros» de los hijos de Dios, de los hermanos y hermanas— que habla al Padre común. Ponerse en actitud de oración significa, por tanto, abrirse también a la fraternidad. Sólo en el «nosotros» podemos decir Padre nuestro. Abrámonos pues a la fraternidad, que deriva del ser hijos del único Padre celestial, y estar dispuestos al perdón y a la reconciliación.

Queridos hermanos y hermanas, como discípulos del Señor tenemos una responsabilidad común hacia el mundo, debemos prestar un servicio común: como la primera comunidad cristiana de Jerusalén, partiendo de lo que ya compartimos, debemos dar un testimonio fuerte, fundado espiritualmente y sostenido por la razón, del único Dios que se ha revelado y nos habla en Cristo, para ser portadores de un mensaje que oriente e ilumine el camino del hombre de nuestro tiempo, a menudo privado de puntos de referencia claros y válidos. Así pues, es importante crecer cada día en el amor recíproco, esforzándose por superar las barreras que todavía existen entre los cristianos; sentir que existe una verdadera unidad interior entre todos los que siguen al Señor; colaborar tanto como sea posible, trabajando juntos sobre las cuestiones que quedan abiertas; y, sobre todo, ser conscientes de que en este itinerario el Señor debe socorrernos, debe ayudarnos mucho todavía, porque sin él, solos, sin «permanecer en él» no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5).

Queridos amigos, una vez más, nos encontramos reunidos en la oración —de modo especial en esta semana— junto a todos aquellos que confiesan su fe en Jesucristo, Hijo de Dios: perseveremos en la oración, seamos hombres de oración, implorando de Dios el don de la unidad, a fin de que se cumpla para todo el mundo su designio de salvación y de reconciliación. Gracias.


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Tomado de:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20110119_sp.html

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Homilía: Un pueblo pobre y humilde - 4º Domingo TO (A)




P. José Ramón Martínez Galdeano, S.J.

Lecturas
: Sof 2,3; 3,12-13;1Cor 1,26-31; Mt 5,1-12



Como ya dijimos, San Mateo presenta, para cristianos convertidos del judaísmo, la figura de Cristo como la del Mesías esperado, que ha realizado todas las promesas del Antiguo Testamento. Con Jesús ha comenzado a existir el nuevo pueblo de Dios, pueblo de la alianza nueva con Dios, que es la Iglesia, y con una ley nueva, que recoge y lleva a la perfección la ley antigua del Sinaí.


La visión de conjunto de esta ley es presentada por Mateo en el Sermón del Monte. Como otro Moisés y con autoridad mayor, Jesús, todavía al principio de su predicación, reúne a una gran multitud de seguidores y les propone su programa. Comienza con el texto que acabamos de escuchar, el de las ocho bienaventuranzas.


Las bienaventuranzas son expuestas por el Catecismo de la Iglesia Católica al comienzo mismo del tratado sobre “la vida en Cristo”, es decir como parte de la conducta moral que un creyente en Cristo debe tener. Y se introduce así: “La catequesis de la vida nueva en Cristo será … una catequesis de las bienaventuranzas, porque –dice– el camino de Cristo está resumido en las bienaventuranzas, único camino hacia la dicha eterna, a la que aspira el corazón del hombre (CIC 1697).


Hecho hijo de Dios por el bautismo, habiendo sido incorporado al Hijo unigénito como sarmiento a la vid y recibido el mismo Espíritu de Cristo, el cristiano debe transformar su modo de vivir de forma que llegue a ser como el de Cristo. Ser como Cristo es la meta última de nuestro vivir la fe y para ello es necesario convertirse. Las bienaventuranzas nos dan luz acerca de esta conversión.


San Mateo reúne en grandes discursos los puntos claves de esa luz que debe iluminar al discípulo de Jesús. El primero y más importante es el Sermón del Monte. Hoy hemos escuchado el comienzo. Es necesario leerlo y releerlo muchas veces.


Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “el camino de Cristo está resumido en las bienaventuranzas, único camino hacia la dicha eterna, a la que aspira el corazón del hombre” (1697). Y desarrolla así la idea: “Las bienaventuranzas están en el centro de la predicación de Jesús; dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos” (1716.1717).


Coincide el contenido de estos textos con el de otro texto de San Pablo, que la Iglesia nos recuerda a los sacerdotes con mucha frecuencia en la oración diaria que debemos hacer por ella: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y el concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2,6‑11).


Este fue el comportamiento que tuvo Jesús con sus discípulos y sobre el que les hizo caer en la cuenta al final, en la cena de despedida, tras lavarles los pies: “Ustedes me llaman ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes” (Jn 13,13-15).


No es trabajo fácil ni de un día. Los mismos apóstoles, tras más de dos años viendo y escuchando a Cristo, habían discutido por los sitios de preferencia en la misma cena.


Una buena forma de medir el progreso propio en la virtud cristiana, cuando sometemos nuestra conducta a examen por la noche o con motivo de la confesión sacramental o de un retiro espiritual, es vernos a la luz de las bienaventuranzas. Nos sirven para de alguna forma medir el grado de nuestra asimilación de los valores de Cristo: ¿Vivimos tranquilos y agradecidos a Dios por los bienes económicos que tenemos? ¿Nos sentimos responsables de su uso y de ayudar con ellos a los pobres y las obras de caridad? ¿Sufrimos en paz y con paciencia enfermedades y dolores? ¿Aguantamos el dolor y el esfuerzo necesarios en la vida cristiana sin quejas ni protestas? ¿Nos esforzamos por obrar siempre el bien y podrán nuestras obras presentarse como ejemplo de vida cristiana? ¿Nos compadecemos de los que sufren y de los pecadores? ¿Miramos siempre a Dios antes de obrar y para obrar según su voluntad? ¿Perdonamos a los que nos ofenden? ¿Procuramos tener y expresar nuestro deseo sincero del bien a todos, incluso a los enemigos? ¿No perdemos la paz y aun interiormente nos alegramos cuando se nos critica o persigue o calumnia por obrar de cualquier modo según el evangelio? ¿Es Cristo en la cruz la inspiración de nuestros actos? ¿Estamos alegres y contentos cuando nos persiguen y calumnian, porque sabemos que nuestra recompensa está en el cielo.

Lo vi hace tiempo en la TV. Un hombre de edad madura con cáncer: tras la radioterapia y quimioterapia, le había afectado al brazo y estaba en peligro de su amputación. Pero se mantenía en pie, con ánimo, haciendo una vida de lo más normal dentro de sus posibilidades; paseaba, visitaba a los amigos, fungía de lector en eucaristías de su parroquia. No creaba desaliento ni tristeza en derredor, sino paz, vida y hasta alegría. ¿Su secreto? Lo decía él: Dios. La misma enfermedad le ha servido para conocer y gozar más de Dios.

Que el evangelio de hoy no sea letra muerta, sino palabra viva en nuestros corazones, objeto de nuestras oraciones, de nuestra evaluación como cristianos, de nuestros esfuerzos por ser mejores, por ser “pueblo pobre y humilde”.



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El Matrimonio: un llamado a la santidad, 1º Parte

P. Vicente Gallo, S.J.


El día 7 de diciembre del año 1.965 se proclamó la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual titulada “Gaudium et Spes”, en la que el Concilio Vaticano II dedica los números 47 al 52 a “La dignidad del Matrimonio y la Familia”. Quince años más tarde, en septiembre y octubre de 1.980, se tuvo un Sínodo para estudiar de nuevo el tema de La Familia, después de haberse tenido otros Sínodos sobre los temas de Sacerdocio Ministerial y La Justicia en el Mundo Contemporáneo. Juan Pablo II firmó la Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio” sobre nuestro tema el día 22 de noviembre de 1.981, en respuesta al voto unánime de los Padre Sinodales, manifestado al final de la Asamblea: “para que se hiciera intérprete, ante la humanidad, de la viva solicitud de la Iglesia a favor de la Familia”. Y dice el Papa en la introducción al Documento: “Queridos por Dios con la creación misma, el Matrimonio y la Familia están internamente ordenados a realizarse en Cristo, y tienen necesidad de su gracia para ser curados de las heridas del pecado y para ser devueltos a su principio, es decir, al conocimiento pleno y la realización integral del plan de Dios”. Y añade que el tema es, sobre todo importante, “En un momento histórico en el que la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla; y la Iglesia, consciente de que el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente vinculado al bien de la familia, siente de manera más viva y acuciante la misión suya de proclamar a todos el designio de Dios sobre el Matrimonio y la Familia, asegurando su plena vitalidad, sí como su promoción humana y cristiana, contribuyendo de este modo a la renovación de la sociedad y del mismo Pueblo de Dios ”(FC 3).



1. Un matrimonio de santos: Beatos Luiggi Beltrame y María Corsini

Con motivo de los 20 años de la “Familiaris Consortio”, el domingo 21 de octubre del año 2.001, en el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), El Papa Juan Pablo II, en Roma, beatificó a dos esposos: Luiggi Beltrame y María Corsini. Unidos en matrimonio con el Sacramento de la Iglesia en el año 1.905, tuvieron cuatro hijos, de ellos dos sacerdotes y una Religiosa. La última, Enriqueta, según los médicos nacería en un parto tan difícil que en él moriría la hija o la madre. Ambos esposos decidieron heroicamente que, de todos modos, viviera la hija; al final, en una operación riesgosa, se salvaron la hija y la madre. Luiggi, Magistrado notable, murió en el año 1.951. María, Profesora, murió en el año1.965. Los dos hijos sacerdotes y la Hija Religiosa estuvieron presentes en el acto de la beatificación de sus padres santos.

En la biografía que de ellos presenta L’Oservatore Romano, se resalta que, “desde el primer momento, quisieron formar una familia fundada en el Sacramento que santifica la unión de la pareja; y decidieron acoger a los hijos como regalo de Dios, dispuestos a saber superar juntos, en todo momento, las dificultades de la vida. Su relación afectiva se convirtió, cada vez más, en comunión de espíritus, con un impulso generoso y alegre, a través de un itinerario de fe realizado juntos, y tomando juntos una opción por la vida familiar caracterizada por la sencillez, la penitencia, y la caridad, con el firme propósito de apartar de sus vidas todo lo que pueda dañar a la virtud”.

El Papa, en su Homilía de Beatificación, destaca, como medios que empleaban para ello, la Misa diaria juntos, la Comunión Eucarística, la Confesión semanal como sacramento de la Reconciliación y de Conversión a Cristo, así como la devoción al Corazón de Jesús y a María, el rezo diario del Rosario en familia, y las obras de caridad. Participando activamente en todas las Asociaciones en defensa de la integridad de la familia; y acompañando a sus hijos en el aprendizaje de “valorarlo todo de tejas arriba”, mirando hacia el cielo hacia el que caminaban.

Sin el Sacramento, la vida en pareja también tiene sus satisfacciones, pero muchas dificultades a la vez; por lo que resulta una pesada carga, de la que cada uno tratará de liberarse lo más posible viviendo en lo que puedan como si fuesen solteros, siendo dos en lugar de ser de veras uno. El Sacramento hace que el matrimonio se viva gozosamente como plan santo de Dios. “Cargar con la familia”, cada uno como responsable de ella, y más cuando viene la carga de los hijos, sin la fe en el sacramento y en su gracia resulta muy pesado, aunque instintivamente se mantenga el amor en la pareja y a los hijos.

Llegar a descubrir el verdadero contenido y valor eficaz del Sacramento de Matrimonio, que hace santa la vida en pareja, y que cambia el sentido del vivir haciendo familia con los hijos como “regalo de Dios”, hace que el matrimonio deje de ser “una carga”, con pesadas obligaciones que hay que afrontar, aunque sea con amor, en la vida de pareja y con los hijos. Lograr ese descubrimiento debe enfrentarlo cada pareja como un objetivo primordial. Y los Pastores de cada Iglesia, han de tomarlo como prioritario en su programa de pastoral; por encima de los desvelos por Grupos Juveniles en una etapa de la vida que es como es, con la inmadurez y lo inestable de esa edad, con sus problemas específicos en lo sentimental, en lo sexual, y hasta en la fe; etapa, además, sencillamente transitoria.

Quienes tienen la suerte de descubrir las exigencias del vivir en matrimonio, en un Retiro como los Fines de Semana del Encuentro Matrimonial, asumen como valores en la vida conyugal la sencillez, los sacrificios, la generosa entrega total del uno al otro, y el vivir abiertos también a las necesidades de los demás y a su servicio; frente al egoísmo innato de vivir sus personales apetencias cada uno, y el deseo de aparentar bienestar en la posesión de bienes. Pero quienes llegan a descubrir su matrimonio como Sacramento, en el que se unieron para vivirlo a lo largo de sus días, no es que sean automáticamente “unos santos”, sino que entienden el modo de serlo; su modo de vivir en pareja y en familia cambia sorpresivamente hacia esa dirección. Tratan de ser un matrimonio y una familia según el plan de Dios, sin cansarse por mantener el empeño de “ser santos” tanto como puedan serlo; y evitan “todo lo que pueda dañar a la virtud”, como serían los juicios precipitados, las críticas, los chismes, las ofensas, las peleas, y todo género de egoísmo de ambos en el vivir su relación y en su trato hacia los hijos.

Las parejas cristianas que descubren su Sacramento necesitan, como Luiggi y María, alimentarlo con la Misa incluso diaria: en la Eucaristía, comiendo juntos el Cuerpo del Señor, sellaron la Alianza que los dos juntos hicieron con Dios al unirse con el Cuerpo de Cristo en su matrimonio; cada vez que comulgan juntos, renuevan aquella sagrada Alianza. También con la Confesión frecuente: si después de bautizados pecamos, y también después de unidos por Dios en el Cuerpo de Cristo, se necesita del Sacramento de la Reconciliación con la Iglesia en una nueva Conversión a ser fieles al Señor.

También el rezo del Rosario en Familia, como Luiggi y María lo hacían: “familia que reza unida permanece necesariamente unida”; y más si lo hacen rezando, por ejemplo, un denario del Rosario por la pareja, otro por los hijos, otro por los familiares, otro por los amigos, y otro por los enemigos; otras veces será pidiendo en cada denario por diversas intenciones igualmente importantes.

Las obras de caridad en pareja y en familia son la expresión, el alimento y la escuela de ese amor como nos ama Cristo, que no se ciñe a amarnos a nosotros, sino que quiere amar a todos desde nosotros como Miembros de su Cuerpo. Del mismo modo, la buena formación de los hijos, y el interés por todas las Asociaciones que haya a favor de la Familia, son, sin duda alguna, otros elementos indispensables para vivir la santidad en el matrimonio.


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Agradecemos al P. Vicente Gallo, S.J. por su colaboración.

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Sociedades Secretas: Masones - 6° Parte, Síntesis doctrinal de la masonería

Las Sectas
en
Latinoamérica


47º Parte


P. Ignacio Garro, S.J.


Profesor del Seminario Arquidiocesano de Arequipa, ex profesor del Seminario de Trujillo.

Continuación...



11.- EL GRAN CONVENTO Y EL BUREAU INTERNACIONAL

Son dos asociaciones masónicas de último grado. Son lugares donde se toman las grandes decisiones y estrategias de la masonería a nivel mundial y que son acatadas escrupulosamente por todas las Logias del Mundo.

La masonería también tiene sus insignias y distintivos, muy largos de enumerar y muy prolijos en su significación simbólica. Es toda una parafernalia de signos, símbolos, escudos, utensilios de albañilería, de arquitectura y todo cuanto uno se pueda imaginar y les sirve como medio para expresar esa finalidad esotérica, iniciática y misteriosa con que cubren casi todos sus actos. Como se puede apreciar a través de todo cuanto llevamos descrito, la masonería es una buena muestra de sincretismo, de signos, símbolos y todo cuanto pueda significar misterio y secreto.



12.- SINTESIS DOCTRINAL DE LA MASONERIA


Una vez que hemos descrito la larga historia y organización interna de la masonería, ahora queremos describir de manera sintética algunos aspectos de la doctrina inherente que contiene la doctrina filosófica masónica 66.

Para conocer la doctrina masónica, sus incambiables principios, sus pequeños y grandes misterios, es indispensable estudiar su misma documentación oficial: Las Constituciones, los Reglamentos Generales, Las Leyes Penales, los Códigos Procesales, los Estatutos de las Logias, los Rituales de cada Grado masónico, con sus respectivos Catecismos, Deliberaciones y Resoluciones, de su reuniones (tenidas) y Congresos, así como las Declaraciones de Principios de tales encuentros. Los informes ofrecidos a continuación se basan exclusivamente en este tipo de documentación.

La información se hará solamente sobre algunos puntos o aspectos de la "doctrina masónica", siendo conscientes que dejamos un gran material de otros aspectos referentes a juramentos, secretos y otras normas férreas de la masonería. Téngase también en cuenta que la doctrina aquí expuesta es la de al masonería reconocida como "regular" por la Gran Logia de Inglaterra. 67


a.- Dios, o La Fuerza Superior

Los documentos oficiales de la masonería están encabezados por la sigla: A.L.G.D.G.A.D.U. : A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo. También lo denominan como un principio de la existencia, de una "Fuerza Superior", reconocida bajo el nombre de "Gran Arquitecto del Universo" (GADU). En el Ritual de iniciación de iniciación al Grado 13º (del rito Escocés Antiguo y aceptado), el Gran Maestro recuerda al candidato:

"Cuando fuiste iniciado en nuestra Orden manifestasteis la idea de Dios según vuestro criterio y en armonía con vuestras creencias religiosas. Aunque aprobando nosotros vuestra manera de pensar sobre este importante asunto, deseamos que os sirváis ampliar aquellas primeras opiniones acerca de la existencia de Dios, y deciros si habéis establecido alguna modificación a cuanto entonces expresasteis, como consecuencia de los estudios masónicos o de los dictados de vuestra conciencia. Los masones no pueden fomentar la existencia de Dios en el concepto sometido al efecto por las religiones positivas, porque en este caso tendrían que mostrarse partidarios de una u otra creencia religiosa, y bien sabéis que esto se opondría al principio de máxima libertad consignada en sus estatutos".

Los masones cuando hablan de Dios se refieren al Gran Arquitecto del Universo, pero ¿qué entienden los masones cuando hablan del Gran Arquitecto del Universo? (GADU). La Asociación Masónica Internacional (AMI) se reunió en 1927 para tratar este tema y sometieron a votación algunas conclusiones a fin de lograr la armonía y reunificar las distintas tendencias dentro de la masonería, y aclarar qué es lo que entendían por el Gran Arquitecto del Universo. De 19 votos 17 a favor y 2 en contra para denominar al Gran Arquitecto del Universo como: "Un Principio Superior e Ideal denominado generalmente GADU".

Como no hay conocimiento alguno objetivo de Dios en el sentido de la idea personal de Dios, propia del teísmo, el Gran Arquitecto del Universo es un "ello", neutro, indefinido y abierto a cualquier forma de entenderlo. Para los masones GADU no es un Dios personal. Es un Dios, impreciso, indefinido, una fuerza constructora y sabia. En otras palabras en el mejor de los casos el GADU es propia de una idea filosófica deísta 68, préstamo de los pensadores ingleses del S. XVIII, es una especie de Arquitecto que existe, que hizo la creación, pero dejó su realización concreta a los maçones, o albañiles y obreros que son los actuales masones, para que ultimen y perfeccionen la obra de GADU. Así, la esencia y la trascendencia de Dios no es ontológica, substancial, es decir, real, fundamento primero y último de todas las cosas, como decimos en el cristianismo, sino un Dios lejano que no tiene nada que ver con el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo. El Dios de los masones es un dios "deísta", es decir, que puede valer para cualquier idea de Dios. No es el Dios cristiano que nos reveló Jesucristo.

Jesucristo: "El Gran Silenciado".

Es curioso observar cómo dentro de las ideas y creencias masónicas Jesucristo no es nombrado nunca para nada. Esta actitud premeditada se la puede denominar como el Gran Silencio sobre Jesucristo. En las creencias masónicas deístas con un concepto de la divinidad tan lejano de la creación y de los hombres, no cabe la figura de Jesucristo que es verdadero Dios y que se hizo verdadero hombre para salvarnos del poder del pecado y de la muerte. En los escritos, doctrinas y filosofía masónicas no se habla de Jesucristo ni de su Evangelio de salvación, no se menciona la esencia del evangelio que es la proclamación de que el Reino de Dios está cerca o dentro de nosotros, y que Jesucristo es el Rey de ese Reino. No se habla de la muerte de Cristo y su Resurrección gloriosa. Esta afirmación de la Revelación no es aceptada o entendida por los masones. Por eso la figura real y verdadera de Jesucristo como Hijo de Dios, enviado por Dios Padre como Salvador y Redentor del género humano es silenciada de una manera consciente por las creencias masónicas. El no hablar para nada de El es la mejor manera de rechazarlo. Es no querer reconocer la verdadera Revelación que el verdadero Dios ha hecho en su verdadero Hijo y esto va en contra de las especulaciones o generalizaciones del dios (GADU) masónico.


b.- El Principio del Libre Pensamiento

Es sagrado e inviolable, en todo ser humano, el derecho de pensar libremente. Se defiende una libertad total, absoluta, un derecho universal, ilimitado de creer lo que se quiera y como se quiera o también no creer en nada, ni en nadie (sólo se cree en la masonería). Es un derecho declarado anterior y superior a todas las creencias religiosas. Sustentar lo contrario a esta idea básica masónica, es tiranía, prejuicio, superstición, opresión, injusticia, dictadura. La permanente lucha contra todo eso, es precisamente proclamada como uno de los fines de la Orden masónica. (Es curioso, en este caso los masones, predican y promulgan la irrestricta libertad de pensamiento, de creencias, etc., etc., pero una vez dentro de la masonería, su doctrina, filosofía, reglamentos, etc., etc., se convierten en dogmas que todos deben de vivir y cumplir a rajatabla, de lo contrario serán juzgados y castigados).


c.- Principio de la Tolerancia

"La masonería afirma el principio de la tolerancia mutua, para que sean respetadas las convicciones, la dignidad y la autonomía del individuo como personalidad humana", declara uno de los principios de la Masonería. En los libros de propaganda masónica son muy comunes afirmaciones como esta:

"La masonería tiene por principio la tolerancia mutua, y, sin imponer dogmas, sin exigir servilismo espiritual, concede a sus miembros amplio derecho de pensar, de discutir libremente. Considera las concepciones metafísicas como siendo del dominio exclusivo de la apreciación individual de sus miembros y no admite afirmaciones que no puedan debatidas racionalmente".

Este principio es muy ambiguo porque ellos admiten y toleran formas diversas de pensar de una manera irrestricta, sí, pero sólo en lo que no se refiere a la masonería. En lo referente a la masonería no hay tal tolerancia y libertad, al contrario, hay una total y absoluta dictadura, el que piensa de manera contraria, o no es admitido a la masonería o si es admitido será corregido, juzgado y sancionado. ¿Dónde queda la tolerancia total? Los masones dicen, que no imponen dogmas, ¿acaso no son dogmas todos sus ritos iniciáticos, juramentos secretos, reglamentaciones, organización, etc., etc.?

Veamos un ejemplo reciente, en 1947 se reunieron los masones de Latinoamérica en el Templo Noble de la Gran Logia de Uruguay, 51 Potencias Masónicas de Latinoamérica, y en dicha reunión hicieron una declaración de principios para constituir en este continente una Confederación Masónica Latinoamericana; intervino rapidísimamente la Serenísima Gran Logia Unida de Inglaterra, (Tutora del Mundo Masónico) para rechazar plenamente todas las resoluciones y acuerdos que libremente se habían tomado en Uruguay. Recibieron entonces los masones latinoamericanos "orientaciones" de la Gran Logia de Inglaterra. Estas orientaciones eran restrictivas al derecho universal de asociarse libremente. La orientación 1ª es ésta y dice textualmente:

"No está dentro del poder de ningún hombre o grupo de hombres alterar o introducir modificaciones en los principios fundamentales de la Masonería Original, so pena de dejar de ser Masonería".

En la orientación nº 2 dice:

"En la Masonería Pura y Original no se admite la mínima tolerancia en las creencias con relación al ser Supremo, ni se concibe que alguien se arrogue el poder de realizar o introducir tal tolerancia. Esta creencia es estricta, inalterable y absolutamente rígida; rige desde 1717 y nadie puede desobligarse de ella sin dejar de ser masón. En este punto la Masonería Original y Verdadera es inflexible y dura".

Como se puede observar más dogmatismo no puede haber, más intolerancia no puede haber. ¿Por qué no dejaron asociarse libremente a los masones de Latinoamérica? Es un dogma dentro de la masonería que nadie puede constituirse en federación de carácter local, nacional, o continental si no hay "permiso de Gran Logia de Inglaterra". ¿Donde queda la total libertad de pensar, creer y de asociarse? Los dogmas masónicos se imponen de manera eficiente y total, el que piensa de diversa manera queda fuera de la masonería con el juicio y penas que el tribunal masónico decida.


d.- El Principio de la Autonomía de la Razón

El hombre debe dirigir sus actos y orientar su vida exclusivamente de acuerdo con su propia razón y conciencia. Es el motivo por el cual no aceptan ninguna Revelación divina, especialmente la Revelación Divina de las Sagradas Escrituras (La Biblia) tal y como la enseña, la entiende y la explica la Iglesia Católica. Al respecto declara uno de los documentos:

"La Masonería no reconoce más verdades que las basadas en la Razón y en la ciencia y combate, sirviéndose solamente de los resultados obtenidos por la ciencia, no las supersticiones y los prejuicios sobre los cuales basan las Iglesias su autoridad. No busca la Masonería los orígenes de las ideas del deber, del bien, del mal y de la justicia ni en pretendidas revelaciones divinas, ni en concepciones metafísicas".

Cuando el masón es recibido en el Grado 19º, deberá jurar lo siguiente:

"Yo, ..... (nombre y apellidos)... en la presencia del Gran Arquitecto del Universo y de los Grandes Pontífices de este Consejo, juro y prometo, bajo palabra de honor ... no reconocer otro guía que la Razón".

Esto es simple, lisa y llanamente puro "racionalismo". No hay más verdad, no hay más conocimiento que lo que la razón acepta. Por eso la idea y el sentido que los masones tiene de Dios es la un dios racionalista, deísta. No es el Dios Creador, Padre de Nuestro Señor Jesucristo. La masonería no acepta de ninguna manera el Dios de los cristianos y ellos lo saben, lo que ocurre es que para captar a nuevos adeptos dicen que sí, que respetan, pero en realidad no es así.


e.- El Principio de la Libertad de Culto

Es el propio individuo quien debe de regular sus relaciones con el Ser Supremo y modo como debe de darle culto. Se trata de un respeto inicial hacia el masón, a saber, que practique su propia religión, pero a la vez se le irá enseñando e inculcando que el verdadero Dios no es el de su religión, sino el de los masones: el Gran Arquitecto del Universo. Si no va aceptando esta idea esencial en la masonería, el masón que crea en el Dios cristiano, no podrá seguir avanzando en los grados superiores de la masonería. Y es que para ser auténtico masón de grado superior hay que creer en el dios masón y renunciar al Dios de la Revelación, el Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo, esto los masones no lo aceptan, a lo máximo lo permiten por conveniencia pero nunca lo aceptan como verdadero.


f.- El Principio de la Libertad de Conciencia

Cualquier coacción o influjo externo, sea de orden físico, sea de orden moral, en el sentido de dirigir u orientar el pensamiento del individuo debe ser considerado como un atentado contra un derecho natural y sagrado y por eso debe de ser denunciado como fanatismo, violencia e injusticia.

La Masonería considera su deber principal combatir esta violencia y este fanatismo. Lo repiten en casi todos sus juramentos. Lo que en verdad no se entiende, a la luz de este principio, es la existencia misma de la Masonería con sus estrictos e impositivos principios y doctrinas. Pues es evidente que estos principios y doctrinas sirven para orientar el pensamiento y la conciencia de sus miembros. Uno de los Reglamentos dice: "es deber principal de la logia regular celebrar sesiones de "instrucción", observando los rituales y las normas litúrgicas de los respectivos Ritos".

Los masones dicen que promueven la libertad de conciencia pero eso es para captar adeptos y quedar de puertas para afuera bien con la sociedad, en el fondo ellos son terriblemente manipuladores de la conciencia de los masones en su diversos grados de iniciación, como se ha visto a lo largo de la descripción de los grados de la masonería.


g.- El Principio del Indiferentismo Religioso

La masonería dice que en el medio ambiente en que vive y respira el individuo humano debe mantenerse rigurosamente una actitud neutral, sin hostilizar ni favorecer ninguna religión determinada. Cada uno debe de creer en el Dios que más le convenga o que le hayan enseñado y en El debe de vivir. Este principio acusa la misma falsedad que el anterior. El indiferentismo religioso positivo tolera igualmente todas las religiones y las declara a todas igualmente válidas. Supone que jamás hubo una verdadera Revelación divina. Esto supone que Jesucristo, no es para la masonería el Hijo del Padre que ha sido enviado por el Padre para darnos a conocer todo el misterio de Dios, de la vida, del perdón de los pecados, que Jesucristo es el único y verdadero Redentor de todo el Género Humano. Esto, que lo afirmamos los católicos, la masonería, ni lo afirma ni lo niega sencillamente tienen otras creencias totalmente diferentes, luego no les da lo mismo cualquier religión, como hemos visto en las páginas anteriores.


h.- El Principio de un Estado neutro

La sociedad y principalmente el Estado debe mantenerse oficialmente indiferente y neutro ante cualquier religión concreta. Es la tesis del agnosticismo moral y religioso aplicado a la teoría del Estado y de sus leyes. Según esta norma las leyes divinas (que los masones, además, no reconocen), no deben regular la vida del Estado y los poderes públicos pueden libremente desviarse de la determinaciones divinas y legislar sin tenerlas en cuenta. Es el extremo del laicismo secularista, que siempre ha encontrado entre los masones sus mejores defensores y más fanáticos propugnadores. El laicismo tomado en serio lleva inevitablemente al anticlericalismo declarado o solapado. Por ejemplo, toda la legislación oficial mexicana es la expresión más clara de los ideales masónicos realizados en la historia. La lucha por una total separación entre Iglesia y Estado ha sido su constante ideal y lo han conseguido en los últimos años en la redacción y promulgación de muchos países.


i.- El Principio de la Enseñanza Laica

La enseñanza pública, dada y mantenida por el Estado, debe ser absolutamente laica o neutra en materia religiosa. Fue la lucha en todos los países latinoamericanos desde el siglo pasado. 69

Siempre reclamaron los masones escuelas públicas sin religión. Ni religión, ni Dios, ni mucho menos representantes de Dios. Sería fácil llenar páginas de documentos masónicos extremadamente polémicos que se oponen a cualquier tipo de clase de religión en las escuelas públicas, aun cuando la total la mayoría de la población sea católica y desea para sus hijos una educación con Dios. Pues de hecho la escuela laica, promovida y apoyada por los masones, se transforma a la larga en escuela atea. Pretender formar hombres íntegros, cumplidores de su deberes individuales, familiares y sociales, sin hablarles de Dios y sin mencionar a Jesucristo y su Evangelio, equivale a declarar dispensable al Creador e implica la negación del carácter salvífico del mensaje cristiano. Esta es, sin embargo, la actitud oficial de los masones. Luchan para formar hombres agnósticos, aun cuando proclaman la existencia de un dios llamado por ellos el Gran Arquitecto del Universo, pero es un dios nombrado, proclamado y promovido por los masones, pero éste no es el Dios verdadero.


j.- El Principio de la Moral Independiente

Según los masones la moral no debe de estar ligada a ninguna creencia religiosa ni basarse en pretendidas revelaciones divinas. Si queremos creer en las numerosas declaraciones oficiales de la masonería, los masones tendrían como finalidad "el estudio y la práctica de la Moral". Pero como hemos visto, la moral masónica es una moral de la razón, no de la Revelación divina, es decir, una moral sin Dios, sin Cristo, sin el Evangelio. Una moral racionalista, laicista, naturista.


K.- El Principio de la Religión Natural

La religión oficial y pública debe mantenerse en los límites de la religión natural indicados por las verdades básicas, pacíficamente aceptadas y que son comunes a todas las religiones.

Uno de los artículos fundamentales de la Constitución de James Anderson (1723), y que sigue rigiendo básicamente hasta nuestros días, al menos por los "masones regulares", dice así:

"Todo masón está obligado, en virtud de sus título, a obedecer a la ley moral; y si comprende bien el arte, no será jamás un estúpido ateo, ni un irreligioso libertino. Así como en los tiempos pasados los masones estaban obligados, en cada país, a profesar la religión de su patria o nación, cualquiera que esta fuese, en el presente nos ha parecido más a propósito el no obligar más que a aquella (religión) en la que todos los hombres están de acuerdo, dejando a cada uno su opinión particular: a saber, ser hombres buenos y verdaderos, hombres de honor y probidad, cualquiera que sea la denominación o creencias con que puedan distinguirse. De donde se sigue que la Masonería es el centro de unión y medio de conciliar una verdadera amistad entre personas que (sin la masonería) permanecerían en una perpetua distancia".

Es decir, estamos ante el regreso al paganismo politeísta y deísta más genuino, lo importante es creer en algún ser superior llamado dios, qué clase de dios sea, no importa, en definitiva, todos las religiones son iguales. Esto, desde el punto de vista cristiano católico, es inadmisible, el único mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo, el único redentor es Jesucristo, la única religión válida es la que nos ha traído Jesucristo y cuya depositaria legítima es la Iglesia Católica.


66 Tomado de "Movimientos Pseudoespirituales", de B. Kloppenburg, O.F.M.; del libro "Las Sectas en América Latina", Edit. Claret. Argentina, 1989.

67 De la masonería hay que decir, que no es un cuerpo único, al contrario, es polivalente, tiene muchas variedades, tantas cuantas ramas pueda haber. La Logia del Gran Oriente de Francia es diferente de la Gran Logia de Inglaterra, y la Gran Logia Escocesa es diferente de las otras dos.

68 Deismo: Doctrina que admite la existencia de un Dios impersonal, causa de la existencia del mundo, llamado también "Teismo". Por sus antecedentes históricos y por el empleo que de él se ha hecho designa casi siempre una doctrina opuesta a toda afirmación religiosa sobrenatural, sustituida por una afirmación humana de un primer principio creador.

69 México, Uruguay, Ecuador y otros países de Latinoamérica fueron los que sufrieron la influencia de la masonería, en la conccepción laicista de la enseñanza pública, prohibiendo, expresamente, que se enseñe ninguna materia de religión.

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Agradecemos al P. Ignacio Garro, S.J. por su colaboración.

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